15 diciembre 2007

Mi entrañable Carmencita


La abuelita Carmen, mi querida vecina de edad sin fin citada en un anterior post, deja su dulce morada después de Navidad tras la decisión de sus hijos que optaron por tenerla más cerca luego del diagnóstico de cáncer al estómago que le realizaron meses atrás. Ellos la quieren cuidar en quizás sus últimos años de infinita y afanosa vida, pese a cualquier lágrima ajena.
“La vida es tan corta, Sarita, y yo la quiero aprovechar por siempre” suele decirme mientras riega y poda sus árboles que se han transformado en sus fieles acompañantes luego de que su esposo la dejara para esperarla en la eternidad.

Tan digna, tan pulcra, tan entregada a sus cosas, tan orgullosa, tan agradecida de la vida.

Cuando la conocí, yo corría estrepitosamente con 6 años a cuestas. Ella, con sus buenas primaveras encima, peleaba divertidamente con Don Samuel, su esposo y llevaba en la cabeza más de 20 tubos para encresparse el pelo y seguía poniéndose aún más, rutina que realiza hasta el día de hoy por ser poseedora de una encantadora vanidad que gratamente me desconcierta . Se pinta los ojos, los labios, plancha recelosamente su poca pero impecable ropa y sale a sus quehaceres sola, no sin antes ponerse unos gigantes lentes de sol que le tapan la mitad de la cara.
“Cómo me va a dar miedo andar sola en la ciudad si yo camino lentito. Me daría susto si fuera acelerada como tú”.

Ahora se la llevan por motivos de salud y aunque ella nunca estuvo de acuerdo, al final accedió con la única condición de vivir independientemente en una casa pequeña circundante a la de sus hijos. Ella no quisiera ser el estorbo de nadie y sabe valérselas por sí misma sacando fuerzas sepa Moya de donde.
“Dios me da la fuerza, incluso manda a Samuel para cuidarme en las noches y a veces nos quedamos conversando hasta el amanecer acerca de cómo andas las cosas acá”

Por mi parte es poco lo que pretendo. Tampoco puedo hacer algo para que se quede. Si se va es por motivos que nadie puede manejar, pero mi cabecita de cristal ideó esta forma de estampar su participación en mi camino. Aunque su legado es más que una simple historia cargada de emociones; me dejó un alma al descubierto con formidables soplos de ánimos para coexistir felizmente en esta selva endemoniada y le agradezco al Todo Poderoso el permitir enlazarme con personas así de milagrosas y así de apasionadas en su leve pulsar.

Jamás olvidaré a ese gran pez, que fue mi pequeña lumbrera por tanto-tanto-tanto tiempo…

22 noviembre 2007

Entramado de puro cuento.-


¿Creen en el destino? Personalmente tengo hasta teorías al respecto. Yo creo en el destino, siempre he pensado que todo pasa por algo entonces las coincidencias, según mi noción del tema, no serían coincidencias sino sucesos que deben pasar por una razón determinada, ya sea gravitante o superflua… Todo pasa por algo.

Si nos detuviéramos tan solo pocos segundos y el cambio de nuestra mente lo pasáramos a reversa para recordar uno que otro detalle, probablemente encontraríamos en nuestra vida una serie de personajes que actuaron como extras, pero que algo entramaron en la historia que vamos formando y en la que ellos tuvieron, cual sea el modo, un guión para actuar.
Otras de esas vidas que se entreteje un tiempo con la tuya y que luego desaparece sin dejar otro rastro que este aroma a membrillos y a higiene de convento o de clínica que entristece la música” (El Guitarrista- Luis Landero)

En algún momento y por 60 días el destino me presentó una linda alma en pena, que merodeaba entre computadores, cuadernos y calculadoras. Con ojos de pena, nariz prominentemente exacta y sonrisa crepuscular divagaba de un lugar a otro hasta que un buen día lo encontré. Yo estaba estresada, el régimen del miedo con el cual nos gobiernan en las clínicas me tenía en estado de sitio. Con nervios incluso en el pelo por un futuro seminario de Anatomía Dentaria Superior cuya presentación debía ser ante la Generala y sus súbditos. Pero entre todo este caos y días enteros en las salas de computación apareció esta mirada un poco cabizbaja, escondida tras mechas de pelo que caían tiernamente sobre su frente. Ese fue el día en el que comenzó mi despreocupación y llegaron las flores. No paré de verlo. Me lo encontraba por todos lados. En la fotocopiadora, estudiando en la biblioteca, caminando, a la salida de mis clases, cuando me quedaba en silencio…en todas partes. Llegó a tanto la manipulación del destino que cuando no lo veía me inquietaba, aunque nunca tardaba demasiado en aparecer. Y me alegraba los días. La sencillez de su mente, la humildad de su actuar y su mirada inocente coloreaban mis horas. Cuando mi ánimo se extenuaba trataba de ubicarlo de diversas formas hasta que lo encontraba y las mariposas volvían a revolotear.

Debía hablarle de algún modo pero no sabía si era lo correcto. Rebuscaba señales o indicios que me certificaran que si lo hacía no quedaría en ridículo y encontraba algunos signos pero mi cobardía, como siempre, prohibía cualquier movimiento con la excusa de que podía ser en falso. En total resultaron más de 5 intentos frustrados que me hacían sentir como el agua que cae al suelo violentamente de un jarro a gran altura.

Cuando al fin mi cerebro comenzó a descansar de nuevo y mi alma ya no sentía presiones este señor errante desapareció de mi camino. Sin alarde, ni rodeos.

Duro golpe de mi amigo el destino al que en cientos de ocasiones le he preguntado por las razones del fugaz abandono. Sus respuestas son tardías pero algo me dicen con respecto a que cumplió eficazmente su papel de despejar mis pensamientos para ponerme a cavilar en otras cosas. Entonces entendí todo y debí seguir con mi historia, tan sólo con los vestigios de esos encuentros iluminados por otro sol.

09 noviembre 2007

Polaroid del Momento

Cerca de mi casa vive la abuelita Carmen, una menudita señora derechamente de la tercera edad. Tiene 93 años y aunque el cuerpo no la acompaña para nada su mente sigue lúcida y despierta, recordando y opinando de todo. Es muy común verla temprano en las mañanas a duras penas barriendo, jardineando de aquí para allá. A menudo voy a verla. Me siento en uno de sus pulcros sillones y empieza a contarme sus historias. Siempre es así, pero no me aburre, por que además de ser una señora 100% despabilada me incita inusitadamente a pensar en mi vejez, cosa que me aterra asombrosamente y me mantengo todo el encuentro atenta, pensando que en cualquier descuido los años me caen encima.
Tengo nociones de la causa principal que desemboca en el miedo del párrafo anterior. Todo parte por haber cumplido 20 años hace unos cuantos meses atrás. Ya que si bien cuando tenía 18, 19 percibía atisbos de ciertas preocupaciones todo se canalizó cuando me atraparon las dos décadas transformándose la vejez en uno de esos miedos hedonistas, y sin mayor trascendencia como regalo a la sociedad.
Siempre he sentido que alguien me estruja el corazón, que juega con mis emociones, lo que desencadena que mi mente critique todo y que cada cosa se lleve una emoción. Poseo tantas historias, tantas ideas desafinadas, tantos desamores, tantas canciones a mi corta edad que pienso en como exponencialmente eso aumentara cuando llegue a ser mayor y me desespero. Quizás me vuelva loca (lo más probable) rodeada de papeles y un equipo con los añejos discos de Fito Paéz que tanto me inquietaron cuando era una cabra universitaria. Ese es el miedo, por que he mencionado en incontables ocasiones que no muevo ni un pie sin que quiera advertírselo a mis compañeros de vida. Además me da miedo que la daga del maldito tiempo me quite alguno de mis sentidos para poder gritar a todos los vientos como habitualmente lo hago. Temo perder mi mente y mis recuerdos, mis pocas habilidades con las palabras. Tiemblo por que mi salud en algún cambio de estación esté a merced de los violentos fantasmas de la muerte y sentir que estoy en nada.
Me consuela pensar que soy una Pasajera en Trance como dice Charly, que quizás ni siquiera alcance a llegar a los 30….
Al final de todo, igual da lo mismo. Ya estamos en el mundo, ya ofrecimos en sacrificio nuestros corazones, no nos queda otra que apechugar no más.

11 octubre 2007

Rodolfo Páez en Talca: Qué extraño que es el corazón!

Si alguna vez debí llorar por un hombre hoy es la ocasión. Y no es porque me pusieron el gorro o me dejaron botada a merced del desamor. Más bien por que el destino me presentó en persona a un hombre transformado en poesía: Fito Páez en Talca, mi ciudad natal.

El señor Páez me escoltó en la transición que sufrió mi lucidez, la madurez que de pronto me golpeó la cabeza y en un pequeño período de tiempo logró llenarme de todas las forma posibles. Su hipersensibilización me identificó. Sus músicas me susurraban todo el día, sus letras raras me dejaron sin piso. Me puse a flotar en el aire y me enamoré con un amor de admiración elevada a la enésima potencia, con amor de niña-mujer…

Noches enteras arrebatas por canciones e instrumentalización de tiempos en los que yo ni siquiera nacía, pero en los que Fito se proyectaba como uno de los grandes del rock argentino. Y no hablo de los mismos temas con los que tanto le dan en las radios y en la televisión. Me refiero a la verdadera esencia de este señor que es la de ser un total juglar.

Ante todo esto no me quedaba más que desvelarme por sus creaciones y lagrimear una que otra vez. Nunca perdí la esperanza de tener la opción de verlo en un concierto con lo temas esos de los raros. Había desechado la opción de Viña por ser totalmente lo contrario a lo que me imaginaba como una cita astral con Rodolfo, pero en fin…la ilusión estaba.

El año pasado vino al Teatro Regional el Flaco Spinetta y Pedro Aznar, ambos amigos íntimos de Páez, entonces pensé: “Tal vez en una de sus voladas, Luis Alberto le cuente a Fito acerca de un teatrito encantador en Talca, Chile y éste por excentricidad venga a tocar” Y bien. Al parecer se me cumplió lo que en esos momentos me parecía tan quimérico. Hoy fue el día que divide mi vida en dos: Antes de Fito Páez en vivo y Después de Fito Páez en vivo. Si esto es un sueño que alguien venga y me despierte que el corazón ya no me da más. Tuve a tres metros a uno de los miembros más activos, más genio y con más talento de la música latinoamericana.

La taquicardia me dominó desde que salió y se sentó ante su pianito con Waltz For Margui, una pieza clásica de su autoría que recomiendo escuchar para sentir la fuerte evocación hacia una nostalgia extrema y logren entender lo que en esos momentos pudo ocurrir en mi alma. Prontamente iba alternando temas nuevos (El cuarto de al lado, Gracias, Cae la noche en Okinawa, Nocturno en sol, Vas conmigo, Sofi fue una nena de papá) con temas de hasta el disco “Ey” y otros más obvios (Polaroid de Locura ordinaria, Detrás de muro de los lamentos, Dos días en la vida, Al lado del camino, Un vestido y una flor). Luego, por siete minutos intercambio su piano por una guitarra eléctrica cantando Ciudad de pobres Corazones y Naturaleza Sangre. También se hizo presente la infaltable 11 y 6 y las trilladas Mariposa technicolor, Dar es dar, Dale alegría a mi corazón, A rodar mi vida para finalizar y satisfacer a sus fieles.
Tan flaquito y tan alto. Nunca se enteró de mi presencia, pero acompañé sus canciones sin dudar en ningún momento. “Si es amor” y “Zamba del
olvido” se llevaron mi euforia y las lágrimas nacieron ante un Páez cantando a capella “Yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Y nada. Es más hermoso que en sus dvd’s y su voz suena increíblemente perfecta en vivo. Sorprendentemente el primer punto me paralizó las sinapsis; es extraordinariamente atractivo. Todos estos años lo he encontrado guapísimo, pero es más que eso. Logra tener ese “no se qué” que a muchos benjamines vicuñas les falta y que Fito tiene de sobra. Ya me paraba y le robaba un beso, es más, si el destino hubiese querido que la distancia de edad entre Rodolfo y yo no fuese tanta probablemente hoy le hubiese pedido matrimonio, aunque tuviera muy presente su obvia negativa.

Catastro: Más de 100 minutos con la sensibilidad a flor de piel. No sé si estar feliz o largarme a llorar. Tengo el centro del corazón apretado. Es lo historia que les contaré a mis nietos, mi amor platónico eterno, la música que me revuelve las emociones, la voz más seductora que he percibido.
Ay!, Rodolfo, como podría dejar de escucharte alguna vez…
Sus músicas nos hacen brillar
Sus músicas nos hacen cantar
Sus músicas nos cuentan que algunas cosas están...
están en su preciso lugar (Gracias - Sir Fito Páez)

07 septiembre 2007

Is it a Sin, Is it a Crime.-

“Se esforzaron por hacerla entrar en razón…
De distintas maneras…
De curiosas maneras…”

En lo que llevo de años tratando de hacer sinapsis he imaginado millones de locuras, he hecho otras tantas y he escuchado infinitas. Pero ésta vez la mente me venció.
La cabeza me da vueltas. Y no es para menos…
Me encontré con las manos más hermosas que he visto en mi vida.
Se movían al son de las palabras de su patrono, con suavidad, ritmicidad y elegancia.
Quede pasmada mirándolas, sin perder la vista, acosando con los ojos cada sencilla vuelta en el aire corriendo las infinitas partículas del ambiente. Para variar las seguí, imaginándome las ciento un mil cosas que sus exactos desplazamientos podían trazar.
Al rato las vi acariciando la cara de una señorita, probablemente novia del señor propietario y tal vez quise intercambiar roles, sólo para sentir lo que esa afortunada señorita estaba sintiendo. A los pocos días me las topé siguiendo la oración de un libro en la biblioteca, jugando a que la mesa recibiera sus golpecitos, protegiéndose del frío, tecleando las teclas de un PC, marcando números en el celular, afirmando la cabeza de su dueño y recibiendo besos mensajeros que con su leve inclinación permitieron que volaran para ser parte del aire con el fin de alcanzar a la niña que tiene el honor de comprobar la mayoría de las desequilibradas cosas que están descritas acá.
Es un pecado, un crimen el poseer un par de celestiales manos a las que solo tendré el placer de observar cada vez que el destino me cruce con este niño que quizás ni se da cuenta de su magno regalo divino.

24 agosto 2007

Del Eterno Resplandor de un Profesor.-

No existe absolutamente nada que en una helada tarde de radiante sol no salga a flote.

Año 2006.
Entrar a la universidad es un salto en la vida.
Cambia todo. Desde tus hábitos diarios hasta la manera en que piensas, es por eso que el primerísimo primer día de Universidad es realmente importante.
Ingresé a la Universidad de Talca el año 2006, con la implementación de la nueva malla curricular en la que además de los cursos correspondientes a la carrera se debían realizar 11 ramos de formación fundamental (Humanistas) en dos años, tres por semestre. Y justo el primer día partíamos con ellos. Recuerdo haber llegado como pollito, sin conocer a nadie, con la idea de universidades como la de Chile en la que todos están tirados en las áreas verdes, escuchando música, con ropas llamativas, con pelos de colores….Pero en Talca resultó ser más distinta la vida académica, parece más colegio que otra cosa. Bueno, ese no es el punto.
El punto es que recuerdo perfectamente mi entrada tímida al Campus Lircay mientras observaba sin despegar mis ojos a un tipo ya mayor que leía un libro tirado en el pasto (el único) Tenía el pelo larguísimo, un poco canoso, usaba lentes y camisa morada con pantalones al tono y estaba ensimismado leyendo, sin percatarse de nada más que su inclinado libro. Al tiempo después supe que era el ponderadísimo profesor Mariano Muñoz-Hidalgo, a cargo de los ramos de formación fundamental de la sección E. Lástima, yo era la B.
Como mencionaba con anterioridad, 3 ramos de esta índole por semestre y me desligue del tema, a pesar de que todos hablaban de lo maestro que era este profesor, de su marcianos conocimientos, de su hiperactividad neuronal, de su gran-gran-gran inteligencia y su titánica creatividad.
Año 2007.
Con ya cursados 9 de estos ramos comienzo el segundo semestre con los últimos 2 para completar los 11. Sigo fiel a mi sección aunque ahora con una gran sorpresa, mi profesor de “Ética, Valoración y Sociedad- Sección B” no es más ni menos que el famosísimo don Mariano. Al enterarme mi corazón se aceleró taquicardicamente. Es que no era para menos, iba a ser alumna de un tipo de otra estratosfera.
La espera para la anhelada clase no tardo en llegar. Era tanta la ansiedad que soñé varias veces con el señor Muñoz- Hidalgo. En mis días de clases prácticas en las clínicas odontológicas en lo único que pensaba era en este ramo humanista, que jamás mi tonta cabezota imaginó que su docente a cargo sería este admirado señor.
Y llegó el día.
¿Qué decir?. Sir Mariano Muñoz-Hidalgo es un poeta, un actor, un juglar. Parecía que estaba viendo un monólogo de un artista extranjero en un importante teatro nacional. Claro, él para situarnos en el contexto de lo que podría ser un Problema Ético (primera unidad de la asignatura) nos contó la historia de amor más desgarradora que he conocido en mi simple existencia. Con separaciones por exilios, con apasionadas y eternas cartas, fervoroso amor, triste final…Uff!! No quería irme. Quería seguir escuchándolo, observando su gran gestualidad, captando cada palabra de su universal vocabulario, llenando mi mente de sueños…
Me fui con una sonrisa que cruzaba toda mi cara.
Los docentes que por una mala pasada del destino están a cargo de los ramos que realmente en tiempos posteriores utilizaré en mi profesión son personas déspotas, adineradas, que se creen superiores. Fijones de la facha del pobre estudiante que con suerte alcanza a ponerse algo en las mañanas por el poco tiempo que nos dan para todo. Os juro que en estos dos años no me he encontrado con ningún docente de profesión dentista que sea humano. No pues, ellos son de otra casta.
Por suerte en ese mundo lleno de tiranos se puede pensar que habrá una lucecita que durante dos horas del día miércoles llenara el espíritu con verdaderas catarsis que sin duda ayudarán a sobrellevar lo ausente de emociones que están los pasillos con personas de delantal blanco.

08 agosto 2007

El mejor momento es el encuentro.-

El calentamiento global nos tiene en una cuerda floja. Que un día sol, que al otro día tormenta eléctrica, que el viento, que el calor, que los granizos…No me sorprendería que Punta Arenas se transformara en una playa de Surf y Viña del Mar en un hollywodense campo de nieve.
Es por eso que aproveché el inesperado sol brillante en el intenso cielo azul del día de ayer para hacer una excursión. Y no cualquier excursión. Me dispuse a averiguar la morada de mi Papelucho. Como comprenderán resultó ser una verdadera locura, pero que diablos, el mundo en cualquier momento explota….Hay que aprovechar de enloquecer ahora. Ahora que al menos queda oxígeno para hacer respirar nuestro cerebro y que las ideas puedan volar.
A mi Papelucho lo conozco de años. Pero él aún no lo sabe. O sea, no se da cuenta.
La primera vez que lo vi me recomendó un disco, por que trabajaba en una disqueria a la que yo descaradamente entré para ser correctamente atendida nada más ni nada menos que por este príncipe de los ojos enormes. Yo quería un disco de Jamiroquai, pero el presupuesto no me acompañaba, así que él me aconsejó que por un tercio menos podría llevar uno de PapaNegro, que además tenía el plus de ser nacional… Le creí absolutamente todo.
El segundo encuentro fue en el teatro. Había ido como violinista de mi hermana y su pololo. Sentada sola mientras ellos, llenos de amor, se besuqueaban a cada minuto. A mi lado,para postre,se sentó un abuelito que resultó ser víctima de las irónicas risas de mis acompañantes. Ya terminada la obra busco mis cosas, las tomo, me volteo y estaba él, sentado unas cuentas butacas más atrás. Me miró por una fracción de segundo y rápidamente se fue.
El tercer encuentro fue en la micro, en donde descubrí que la aborda dos paraderos más allá del mío. ¡¡¡Es de mi sector, señores!!!. ¿Un regalo del todo poderoso?
En el cuarto encuentro se me desvanecieron las ilusiones. Lo choqué por honesta casualidad con mi caja de materiales odontológicos recibiendo una enojada mirada como respuesta gestual, que dijo más que chorrocientas mil palabras.
La quinta vez fue en el paradero, en donde me enteré de lo que estudiaba.
La sexta, la séptima y la octava vez pasó raudamente ante mi estúpida cara.
En la novena ocasión estaba en el casino almorzando. Por mirarlo choque con un niño y su bandeja. Altercado sin mayores incidentes, con lo que se evitó la obvia humillación que hubiese sufrido.
La décima y última ocasión fue hace dos semanas. Estaba agotada sicológicamente. Los ramos semestrales absorbían mis 24 horas del día, hasta en los sueños se inmiscuían cual Freddy Krueger. Por lo que me dirigía como fantasma al paradero de la universidad cuando justo venía la micro que me servía pero que no alcancé a tomar, así que con la resignación que me caracteriza esperé la próxima que no tardó ni dos minutos en aparecer. La hago parar cuando al instante me doy cuenta de unos familiares y enormes ojos negros acompañados de grandes ojeras que miraban a través de la ventana del transporte que también me trasladaría por esas encantadoras casualidades de la vida. Mi corazón no daba de la felicidad. Subí las escaleras lentito, para extender el tiempo lo más posible. Busqué un lugar estratégico para poder mirarlo, el cual no podía ser ni adelante ni atrás, por lo que opté por el puesto de él transformado en su opuesto de la otra fila. Lo miraba y lo miraba…Pero él se había quedado dormido. Igual estaba yo ahí, fiel a su presencia. Su amigo, que lo custodiaba, en un determinado instante se rió de mí por lo que opté por mirar a la ciudad. Bien fome mirar algo que no quieres mirar, pero pronto volví mis ojos hacia lo que realmente me interesaba en esos momentos. Seguía durmiendo, con su naricita en dirección al piso, su cuello más contorsionado que modelo argentina y su pelo radiante que le caía tiernamente sobre la frente...Llegado su destino el amigo lo despertó. Mi papelucho abrió los ojos, se abrochó las zapatillas, bajó y se encaminó a su domicilio. Domicilio que ayer quise descubrir siendo todo un mero intento fallido. En realidad nunca lo quise encontrar, más bien prefería un sutil décimo primer encuentro, que era lo que verdaderamente necesitaba. Pero me conformé con escuchar a Tonny Bennet…The way you look tonight....

03 agosto 2007

Sonny, Please


El I-Ching. El Compendio de la Sabiduría Calipso.
Rollins es al jazz como Mahoma al Islam.

El único de los gigantes del jazz que aún sigue vivo. Y en movimiento.

14 julio 2007

Joe tiene la Coolpa.-

Las veces que me he dispuesto a escribir sobre música le dedico interminables palabras a grupos extranjeros cuyo tarea de hacer música si bien no es fácil trae consigo altas probabilidades de estabilidad en comparación por ejemplo con nuestro país. En otras palabras, es más factible que un artista europeo se lance a las turbulentas aguas de la música que uno chileno. Recordemos que aquí las oportunidades son pocas, sin meritocracia, pura fachada, 100% pituto.
Aquí no nos podemos dar el lujo de seguir las corazonadas. Hay que sustentarse de alguna forma y para eso está la universidad, o un trabajo, cualquier cosa que deje de en enésimo plano una real pasión. Porque de pasiones es muy difícil que en Chile viva el hombre. ¿Cuánto Ingeniero Civil es un músico frustrado?, ¿Cuánto Odontólogo es un escritor deambulando por los fríos caminos de la ciencia?

Es por eso que admiro a las bandas nacionales. No todas están dentro de mis preferencias, pero son dignas de mi total admiración. Pese a todo se tiran a fondo. Eso es admirable.

Esta vez realizaré una breve reseña acerca de un tipo medio loco, con acento extraño, muy popular, del cual seguro que nos sabemos al menos dos temas de su autoría inconcientemente: Don Joe Vasconcellos.
La primera canción almacenada en mi cerebro es Mágico. Como a los 10 años la grabé en un cassette que escuchaba eternas horas. El video clip se me tatuó en la retina, lleno de colores, de baile y alegría. La frase “Dime si hay un dueño en ese corazón, si es un hechizo o pura ilusión…” me cocinaba el corazón.
En seguida llegó
Blusa Transparente, Me demoro, A las 6 y Huellas.
Con Quieto me caigo en el pozo de la nostalgia. Sentimiento absurdo al ser un tema con cualidades para moverse un poco, muy salsero.

Pero el tema destacado es Una Fiebre, por que por su existencia es que me di cita esta vez con la web. Canción relegada al olvido por la constante sustitución de discos en mi equipo, pero que hoy, casualmente, reencontré en el PC.
La razón por la que aconteció esto fue mi ansiedad de conocer la nota de una prueba. Era ansiedad mezclada con pena y estrés. Una mezcla extraña, casi mortal. Necesitaba compensarme de nuevo, pero ¿con quién? En esos momentos quería desahogarme cantando (en nuestro idioma si fuese posible) por lo que la baraja de opciones se desplegó. Hartas alternativas que se fueron haciendo pocas al no cumplir con el requisito del momento: hacerme feliz con una letra que mi cerebro no tuviera que doblar al español. A los segundos sonaba Joe en el playlist, con una voz suavecita, susurros al límite, letra asesina: se trataba de Una fiebre, la canción que años atrás perturbaba mis ideas y que hoy me deja haciendo sinapsis evitando que pueda dormir.
Es evidente de quien es la Coolpa.
Lo de la letra homicida…compruébenlo.

Una Fiebre – Joe Vasconcellos (Transformación, 1997)

No hay que pensar, analizar, ni cuestionar
solo déjalo fluir, sin pecado y sin temor
como perder la razón, se paga en el corazón
fue lo que fue, noche de amor, puro calor
parecías tan feliz, hasta me juraste amor
y tuviste que partir... Que fue de ti?
Fue tu canción talvez tu cara, fueron
tus ojos tu mirada...fue tu canción
talvez tu cara fueron tus ojos, tu mirada
Una fiebre una obsesión, mensaje del
corazón...talvez amor...
Solo quedo, la inspiración, vaso de ron
tu camisa en el rincón, una cama por hacer
un inmenso vacío...
Puedo llorar, puedo sufrir, puedo morir
nunca lo vas a saber, alguien te lo va
a contar y para entonces voy a estar
lejos de aquí...
Fue tu canción talvez tu cara
Fueron tus ojos tu mirada...
Fue tu canción talvez tu cara
Fueron tus ojos tu mirada...
Una fiebre, una obsesión, mensaje del corazón
Talvez amor...

31 mayo 2007

Principios de Incertidumbre

Antes que este planeta estuviese habitado por hombres y mujeres, vivían en él Pasiones y Virtudes. En el planeta tierra estuvieron viviendo cientos y cientos de años , durante toda la eternidad, que se aburrían de lo lindo…así cada día trataban de inventar un juego nuevo al que jugar para que se hiciese más llevadera la larga, larga, larga, larga existencia. Solía ser la Imaginación quien proponía los juegos y un día propuso jugar al escondite. A todos les pareció bien, a todos les encantó la idea, pero ¿quién la cuenta? La primera en levantar la mano fue la Locura, “Yo, yo, yo la cuento”. ¡Ufff!, la Locura…está bien. Vuelve la cara en ese árbol y comienza la cuenta mientras el resto se esconde y comenzó a contar una cuenta imposible “1, 7, 2, 55,88” y uno a uno se fueron escondiendo. La Locura seguía su cuenta y cada uno buscaba el lugar más indicado en donde la Locura no los encontraría. Todos se iban poco a poco escondiendo, excepto uno, que tardaba en encontrar el lugar apropiado. Ese era el Amor. Y es que ya sabes que el amor es indeciso y andaba de un lado para otro sin encontrar donde meterse. La Locura seguía contando “55, 88,100, voy” y se dio la vuelta. El amor se metió al primer lugar que encontró. Se metió de un salto a un matorral de zarzas, que había allí cerca. Ahí se coló esperando que la Locura no pudiese verlo y no lo vio.
A la primera que se encontró la Locura ahí tumbada fue a la Pereza. La Imaginación estaba por las nubes. A la Mentira la divisó ahí, pero como era mentira, era mentira que estaba ahí. Así uno a uno fueron apareciendo. La Locura los iba encontrando a todos, pero al rato sólo faltaba uno por encontrar, aquel era el Amor. Es que ya sabes que encontrar al Amor es bastante difícil.
El juego comenzaba a hacerse pesado, así que la Locura comenzó a gritar “Amor: ¡sal ya!, que se hace tarde”, pero el amor es indeciso y no solamente uno tarda en encontrarlo sino que muchas veces tarda en salir a la luz. El Amor asustado no salió.
La Envidia que suele preocuparse más de los demás que de sí misma fue a donde la Locura y le dijo “El Amor está allá, oculto tras esas zarzas”. La Locura muy enfadada fue hacia las zarzas gritando “Amor, ¡sal ya!, que se hace tarde”. La Locura, trató de meter las manos entre las zarzas para sacar al Amor por las solapas con la mala fortuna que se pinchó con una espina, y es que a veces hacer salir al amor es doloroso. Y la Locura, más enfadada aún, agarró una rama que había cerca, la introdujo en el matorral y comenzó a agitarla entre las ramas. De repente sonó un grito. Entre las ramas salió el Amor, con las cuencas de los ojos ensangrentadas. La Locura en su locura al agitar la rama entre las zarzas le había sacado los ojos al amor, dejándolo ciego para siempre.
Todos se quedaron muy callados, mirando al Amor, sin saber que decir. Quizás aquella fue la única ocasión en que la Locura habló con un poco de cordura porque dijo “No os preocupéis, desde ahora yo seré sus ojos”.
Es por eso que desde entonces el Amor es ciego y la Locura son sus ojos.

Historia relatada por el cantautor español Ismael Serrano en uno de sus conciertos.
...y se hizo luz, se hizo silencio, y en un momento todo paró y nació el amor…nació el amor.-

17 mayo 2007

Hora del Intermezzo (Dibuje, Maestro)

Todo parte por la necesidad irrefrenable de encontrar por donde fuese la felicidad perdida en los arduosos años de trabajo y siguiendo el ajetreado ritmo que se me impuso en el camino”

Frase con que comenzaba la edición eternamente dominguera de Tierra Adentro. La elocución inicial es propiedad de Don Nacho, ante una de las exactas interrogantes del señor Landon, en donde se refería a los comienzos de su divino arte…
Este señor no supera los 60 años de edad. Usa lentes gigantes, de gran aumento, con un marco desgastado al igual que su chaleco, sus pantalones y zapatos. Si tuviéramos la oportunidad de presenciarlo, sin poseer ni la más remota noción de él, muy factiblemente creeríamos que es un pobre tipo y más agudizaríamos nuestro prejuicio al verlo en los basurales reuniendo los hallazgos del día, es decir pequeñas cosas consideradas en su mente como futuros grandes tesoros que para otros sólo fueron cosas que ya cumplieron su ciclo…para don Nacho, el ciclo es la vida.
Luego de salir con su carrito a recorrer callecitas antañas de la ciudad, revisando los rincones, los recovecos, las escorias de un país que no quiere lo antiguo, llega la instancia de comenzar a trabajar en su pasión, por que él es un artista y hace de su arte el trabajo diario que desencadena la vía de la plenitud en su máxima expresión.
¿Y qué tanto hace don Nacho?
Don Nacho revive lo olvidado. Reproduce con gran fidelidad fachadas de arquitectura pretérita, restaura objetos, pule los cerámicos rotos y crea mosaicos, lija los pequeños trozos de madera recogidos con los que establece diversas figuras que plasma en el interior de su “Templo”, una especie de domo construido por él y un par de sus discípulos que tardaron años en finalizar, con ventanas multicolores, diagramas y figuras dando vueltas por ahí.
Los trabajos referidos a los frontis de lugares de tiempos remotos son de una prolijidad digna de comparar con grandes exponentes internacionales. Los ladrillos de sus obras son hechos por él, así mismo las manillas de las puertas, los pestillos de las ventanas, las vigas de madera…. Todo es de su autoría y fabricado, lo más asombroso de todo, a escala.
Sus reproducciones van desde una simple casa de barrio añejo a una gran Iglesia abandonada por los feligreses que en presencia de otra, probablemente más nueva, la dejaron en el pasado, adquiriendo el sentido que a este hombre verdaderamente le importa.
Llegada la tarde se prepara su propio pan, moliendo con una piedra gigante el trigo, pensando sin detener el paso en qué hará con lo encontrado en la mañana de ese día, desencadenando la opresión de mi corazón clandestino al percibir en vivo la magnitud de un don tan exponencialmente elaborado.
Mientras el mundo se esfuma, don Nacho no quiere salir de su "Templo". Es su refugio, su placard, su cuarto de salida, en donde nada es real…en donde nada estorba.

22 abril 2007

Esta pieza es para tí.-

Admito que me impresiono fácilmente. De repente por honestas estupideces, pero lo de ahora, lejos de ser todo menos alguna payasada alcanzó el umbral para propagar y desbordar honorables estremecimientos.
(Esta pequeña introducción seguramente puede sonarles muy iterativa de mi parte, pero ya está…no se me ocurrió algo más novedoso)

Le escribo al amor, como también lo he hecho en incontables oportunidades. ¿Por qué a esta señorita de los relatos extraños le dio por despilfarrar minutos con palabras dedicadas al tema más hiperventilado en la historia de las artes? Simple: Sólo es que en la semana recién pasada fui testigo del desenlace de una situación que me predispuso a la reflexión (de un tiempo a esta parte podría tener un magíster en reflexiones) y no de cualquier tipo: sencillamente las del corazón. "¿Por qué se le atribuyen los sentimientos al corazón?", nos preguntó el decano de la facultad en una clase de Patología, obteniendo un silencio sepulcral como respuesta. Ni siquiera sé por que hago yo semejante inculpación. Quizás los medios de comunicación me lo implantaron en el subconsciente…Quien sabe, pero algo tengo claro, eso de que se nos acelera ante situaciones de índoles que realmente nos atañen es una verdad sin contra-argumentos. Tal vez sea por eso que le atribuimos lo que nos mantiene vivos: las emociones.

Un par de meses atrás un amigo, probablemente con espectaculares reservas de amor, enredo su camino con una niña que alcanzó todos sus niveles de expectativas. Hacía años que no desbarataba estimablemente sus sentimientos, pero el tiempo ejerció su tarea: Le puso en frente a la chiquilla que completaría esa parte que le faltaba al puzzle, aunque con una maldita condición: no sería para siempre. Pero no le importó. Se lanzó heroicamente a las turbulentas aguas del amor y obtuvo el premio: ese oído predispuesto a escuchar sin tabúes ni tapujos, esa mirada iluminante, esos abrazos confortantes, esos besos incondicionales… Disfrutó lo más que pudo los escalofríos, los desenfrenados revoloteos de mariposas en el estómago, los deseos desesperados de sentirla cerca, la necesidad sin mesura de estar con ella eternamente. Precisamente resultó ser ese el aprieto, la condición que el tiempo exigió y que ahora pidió ser cumplida. Llegó el momento en que ella debe marcharse de su lado, dejando nada más que un triste y desolado corazón, que amó épicamente sin miedo ni límites.

Trato de transformar mis pensamientos en algún símil de los que deben estar en la cabeza de este romántico caballero pero se me hace un poco difícil. Siempre he creído que en el amor se sufre. Es el riesgo latente que lo circunda inevitablemente. Si amamos sufrimos. Es ley de vida, y algún remedio para ello no tengo forma de recetar. El cuento de la superación es bien personal. El modo de sobrellevarlo para unos puede que no sea valido para otros y las lágrimas empiezan a caer sobre el teclado al encontrarme con la frustración de estar inhabilitada para poder auxiliar. La música del PC no me saca de la tristeza en la que me hundo probablemente hasta que acabe de escribir: “Try Again - Keane” y reconozco que factiblemente deba terminar pronto éstas difusas frases no sin antes decir que a mí el amor me doblega...

13 abril 2007

Sólo quiero contarles lo que en una tarde helada sucedió...

Anteayer fui beneficiada con una tarde muy desocupada. Tenía frío y pensé en irme a acostar. Al lado de mi cama estaban tiradas muchas cosas. Unos cuantos cuadernos, lápices, ropa, discos, unas revistas y un libro de Julio Verne. “¿Qué hace el solemne señor Verne aquí tirado en vez de estar guardado en el rinconcito del clóset que tengo destinado para él y sus colegas tan letrados?”, me pregunté, pero me auto respondí expeditamente: “¡Ah!, Tiene que haber sido la Cony*, que en su afán de poder obtener nota azul en lenguaje indagó como una ráfaga para encontrar el librillo que debía leer, posiblemente para el día siguiente, por lo tanto me dejó todo así…tirado” (*Cony: hermanita menor, de esas que son casi de chiripa)
Bueno, pero tenía tanto frío, tanto desánimo, tanta ambición de poder acostarme que ni ganas me daban siquiera de hablar, así que la Cony se las llevó totalmente peladas.
Suspiré tirándome muy poco suavemente a la cama. Reboté un par de veces y cerré los ojos. Pero como siempre, la luz del día impidió mi concilio del sueño por lo que debí buscar cualquier excusa para no aburrirme (detesto los tiempos muertos) y estiré mi brazo para alcanzar, sin tener que levantarme o hacer algún esfuerzo, un libro rojo como un tomate. ¡Sí!, era el de Julio Verne. Lo tomo y mi subconsciente se hace presente advirtiéndome que al parecer ese libro ya lo había leído antes. Eso era efectivamente cierto, pero al hojearlo recordé que no era tan así. Lo que pasa es que era una edición que reunía tres de los clásicos de este escritor y yo sólo había leído dos: “Veinte Mil leguas de viaje submarino” y “La vuelta al mundo en 80 días”. Faltaba uno: “Miguel Strogoff”. Entonces me dispuse a repasar las líneas cuando sin avanzar más de 5 páginas me aburrí. Además me confundieron los nombres de los personajes. Aunque seguí revisando, observando los dibujos muy poco caricaturizados que entretuvieron a mi cabeza unos minutos. Después llegué sin querer a la biografía del autor: “En una pequeña isla llamada Feydeau, situada en la desembocadura del río Loira, muy cerca de la ciudad de Nantes, nació Julio Verne el 8 de febrero de 1828…”. Ahí me quede, pues. Su historia de vida sí que logró captar mi atención.
Se relataba los comienzos de su pasión por ser marino, que venían de pequeño, su amor casi eterno por una prima, su amistad con Alejandro Dumas (autor de “Los Tres Mosqueteros”), de cómo alcanzó reconocimiento y de su frustrado estudio de la carrera de Derecho, obligado por su padre, abogado de profesión.
Este último punto consiguió que descifrara las letras aún con más curiosidad.
El joven Verne, por esos tiempos de estudiante, lo único que quería era ser marino, sin embargo, gracias a relacionarse con ninguna pretensión en el mundo bohemio de los artistas de la ciudad, nacieron los ávidos anhelos de tener el tiempo necesario para poder escribir, porque se dio cuenta que sólo con eso podía llenar su espíritu. Pero no abandonó la universidad. Terminó sus estudios, le entregó el título a su padre y siguió por su camino, que no era ciertamente el de las leyes. Se tiró a fondo, se lanzó a la literatura y con los años todas sus capacidades fueron retribuidas con fama mundial, altos requerimientos de sus títulos y hasta una fuerte comparación entre él y Leonardo Da Vinci.
Julio Verne luchó por sus sueños al fin y al cabo.
Reconozco que ponerlo como referencia es algo un poquito espectacular, no obstante nos demuestra con eficacia como muchos tenemos miedo de no hacer lo que dictamina nuestra sociedad. Todos los jóvenes están obligados a ser profesionales y el que no lo logra es un pobre tipo arruinado. Es por eso que hay gente tan frustrada, por que nos dedicamos a todo menos a compensar el alma. Nuestro corazón merece urgente-urgente una indemnización…

07 abril 2007

La noche no disipó mis alas.

No sé si fue el cansancio de una larga jornada o tal vez la necesidad de mi organismo de aumentar sus niveles de glucosa lo que tal vez me hizo ver lo que vi...
Estaba esperando anhelante en una esquina un colectivo para llegar raudamente a mi casa. Había pasado al centro, después de un tedioso día universitario (de esos que son de 8 a 8) para rebuscar materiales dentales solicitados por los académicos entendidos en la materia. Al no encontrar lo tiránicamente requerido y al ver, además, que todas mis intenciones fueron truncadas quizás por la Ley de Murphy, que impresionantemente se aplica en los momentos menos oportunos, opté por la resignación y me doblegué ante la rapidez de ese particular transporte público. Pero mientras hacia tiempo ante la venida del generalmente “Nissan V16” se me presentó algo tanto o más conmovedor como cuando escuché por primera vez “Luna Luz” de Francesca Ancarola, canción que acompañaba unos pocos segundos del programa estrella de Paul Landon (a “Tierra Adentro” me refiero) El punto es que ser testigo de tal escena me emocionó como no me emocionaba hace mucho.
El cuadro se me presentó con un joven que apurado salía del Centro de Extensión de la Universidad de Talca, con un violín salvaguardado rigurosamente, apresurándose cada vez más para trasladarse posiblemente veloz a un lugar "X" en el transporte que casualmente yo también había elegido. Su espera también resultó ser en el mismo lugar que mi volada cabeza prefirió. Aunque la esquinita no era tan solitaria. Había además dos señoras, un par de niños chicos, un abuelito, una colegiala y otra joven universitaria (deduciblemente por su bolso cruzado de la UTAL y por un par de libros de anatomía cargados por sus brazos).
Aunque a pesar de la variedad de prototipos que tenía a merced para analizar, el violinista se robó mi atención. Su actitud era como de alguien de otro mundo, a pesar de su apuro, tan humano, me traspasó una sensación etérea, como que me obligo a pensar que el violín era su todo y que la música le permitía sobrevivir en este mundo, posiblemente tan ajeno a él. Se sentó en una escalera. A muy pocos metros estaba observándolo detenidamente. Me percaté que sacaba un papel con un lápiz y tomaba nota, mientras no podía quitar los ojos de la joven universitaria del bolso cruzado. Escribía y escribía, quien sabe qué hasta que al parecer llegó el número de colectivo que le servía para arribar a quien sabe donde. Pero antes de abordar el autito negro le entregó a la joven el papel sobre el cual se había detenido a trazar frases unos minutos. La miró fijamente y luego siguió su rumbo. La joven, desplegó apresuradamente el papel, que se encontraba doblado en cuatro y leyó en silencio el mensaje. Cuando esta acción terminó esbozo una coqueta y gran sonrisa.
No pasó un gran lapso de minutos hasta que se marchó.
Mi emoción fue retardada, pero monumental. Ocurrió ser así porque mi mente se fugó a otro planeta y presumí miles de teorías ante la espontánea sonrisa de la universitaria. Supuse desde una canción en su honor, un desesperado soneto, hasta una fugaz declaración de amor a primera vista... aún ahora, después de un día de lo ocurrido, las sospechas siguen volando en un planeador. Es que como sabiamente dice mi frecuentemente citado Fito Páez (suspiro) y como quiero creerlo yo: “Nadie detiene al amor en un lugar”.-

21 marzo 2007

Antes de tramitarme... (lo que pasó)

El reloj despertador comienza a hacer ruido.
Separo escrupulosamente los ojos.
Corro la cortina, abro la ventana para verificar el grado de acierto de la Dirección Metereológica de Chile en el pronóstico del día que tanto alardean en su página web. “¡Uuuy!, le achuntaron”, pienso.
Ágilmente bajo las escaleras para conquistar el lugar número uno en la ducha, tan sólo para no atrasar mi andar. Me visto, cargo mi MP3 player con misiles musicales y saco una caja de leche del refrigerador.
Camino con pequeños pero firmes pasos hacia el paradero. La “5” es la única que me sirve pero no tarda en pasar. Subo las escaleritas. Le pago al chofer. Saludo a los papás de un ex compañero de colegio dirigiéndome, simultáneamente, a algún asiento desocupado. Para mi alegría en el fondo del transporte hay un lugar, quizás reservado, esperándome. “¡Perfecto!, ¡al lado de la ventana!”.
Mi viaje entonces principia, de la mano de Yann Tiersen. (Inspirador acompañante).
¡La ciudad ha despertado! Mis ojos se hipnotizan observando como la gente transita apurada con destino a quien sabe donde. Los obreros de la construcción afanan, mirando a una que otra transeúnte con divinas proporciones. Me río. En las plazoletas unos pocos colegiales posiblemente capeando clases. Unos cuantos pololos desayunando besos apasionados y un par de borrachitos, seguro que con la tremenda resaca.
No demoran en subir los universitarios. Unos se sientan alegremente, otros, cargados hasta los tuétanos, buscan taciturnamente algún puesto disponible. Uno de los pasajeros de éste último tipo me llama la atención. Curiosamente, este extraño personaje, se sienta a mi lado, y su cara apesadumbrada me perturba hasta los huesos. Lo miro, insolentemente y sus ojos, apunto de estallar en goterones lacrimógenos, me invitan a pensar en un supuesto grave problema personal (como obvio, ¿no?) Se me ocurren unas palabras para emitir, pero descarto al instante la idea ya que uno nunca sabe que es lo que en verdad se quiere en esos momentos. Me desligo del tema.
Sigo arriba de la micro, pegada a la ventana, sin perder de vista a este tan llamativo Talca mañanero y en seguida aparece una graciosa señora de moño atado con un luminoso pinche rojo, buscando desesperada algo. Mira para todos lados, pero no lo encuentra. Tal vez anda en busca del “Boliche del Repuesto” que está localizado a unos cuantos pasos más allá (pero ella aún no lo sabe). Por detrás aparece un niño que corre tras una mariposa que de seguro escapa del incesante ruido de los maniáticos conductores. Un señor pelea con otro. No es que los escuche, pero sus facciones arrugadas me hacen cavilar tal cosa. Una niñita pecosa con dos largas trenzas me sonríe. Sonrisa devuelta por una mía que fácilmente se me dibuja en la cara.
Ahora me detengo en las construcciones, específicamente en una que ocupa un sitio en la 11 oriente y está a la venta. De pequeña que me imaginaba que era un “Puticlub”, una antes famosa casa de remolienda, cuyas féminas tenían mil y una historias para contar. Según yo, ellas, vestidas con majestuosos trajes, debían hacer pasar a sus clientes por la escalera y llegaban a un gran salón, donde sonaban constantemente las teclas de un piano viejo. Las piezas de más arriba las ocupaba la más soberana de todas, especie de una insuperable “Doña Isabel” de algún Hernán Rivera Letelier. Aunque no lo pude creer por mucho tiempo. Mi fantasía se extendió hasta que mi adorada mamá me contó que esa imponente casona sólo fue una fome y aburrida farmacia, muy popular en sus años.
No paro. Me mantengo avanzando sobre las exuberantes ruedas del medio en el que me movilizo, aunque el recorrido se debe desviar por la modernización, ustedes saben, estacionamientos subterráneos que no podemos dejar de tener en momentos en los cuales se quiere demostrar que Chile si que es uno de los jaguares de Latinoamérica. Bueno, pero sin pasar más de veinte segundos todo vuelve a como era de costumbre.
Ya casi concluye mi travesía. En unos dos paraderos más me tendré que bajar.
Llegué. La universidad sigue igual. Los niños pudientes llegan en autos, con anteojos de sol (a pesar de las muchas nubes que impiden que el sol brille) con tenidas nuevas y un gesto de complacencia en sus rostros. Por ahí va un despectivo doctor que al año pasado me hizo clases, unos cuantos niños de años más avanzados con sus trajes blancos y sus cajitas con instrumental clínico. “Mal comienzo para mi corta jornada de papeleos”, me digo y para subir mi tantito menoscabado ánimo cambio de monaguillo musical. Ahora es mi inconmensurable amor quién me dice que la corte, que no exagere, que no sea tan drástica.
Saco mi libretita de notas para apuntar tonteras varias, pero arriba al instante la compañera con la que lucharemos durante la mañana en contra de la burocracia que se necesita para poder estudiar.
Chau!, es mejor empezar luego, antes que el tiempo se nos consuma.

17 marzo 2007

Entrancesocial

¿Cuántos políticos no nos han dicho en sus histriónicas arengas que la educación es la plataforma irrefutable para el desarrollo de las personas y por ende del país?
De inmediato se me viene a la cabeza la presidenta Bachelet que repetía incesantemente la palabra “educación” en sus discursos políticos en pos del cargo de “Jefe de la Nación”.
Y razón tiene. Detesto a los políticos pero el concepto del rol de la educación en el país está correcto en hipótesis…aunque se quedan ahí, en la pura palabrería. Pero no quiero despilfarrar las letras hablando de gente tan poco “gente” como son los políticos, la idea del post es algo de lo que ciertamente vale la pena escribir.

La tarima de una persona es su niñez. La mayor parte de los acontecieres que vivimos de niños determinan nuestra futura personalidad (científicamente comprobado) y también lo que nos podrían deparar años ulteriores. Un niño ignorante, de familia indocta (por este motivo habitualmente de escasos recursos) no será capaz de romper el famoso círculo de la pobreza. Se quedará estancado, pensando tal vez en por qué Dios lo puso en esta vida, si lo único que hace es padecer una interminable lista de incomodidades, partiendo esencialmente por el hambre. Entonces, no hay que ser un magistral sociólogo de quien sabe que universidad extranjera para poder dar como solución ante tal inaplazable problema la educación. ¡Sí!, la misma de la que hablan la jauría de políticos chilenos, pero que en vez de consignar a ella unos cuantos milloncitos más en función de su mejora, prefieren destinarlos para pagar sueldos fuera de orbita a conservadores de bienes raíces.

Los niños siempre me han llamado enormemente la atención, es más, creo que en muchas ocasiones les he brindado un espacio en mi blog trazando líneas en su honor. Son tan perceptibles, tan abiertos a recibir conocimientos que es ese el blanco al cual hay que disparar.

Todos los niños tienen el derecho de estudiar, en teoría (todo es en teoría en este país) aunque no todos pueden hacerlo. Algunos deben afanar para tratar de ayudar, con un atisbo que sea, a sus pocos beneficiados padres. Ese es el pequeño que se quedara en las mismas, a no ser que venga un multimillonario (en Chile hay cuatro de los ochocientos hombres más adinerados del planeta) y decida mantenerlo por siempre. Probabilidad casi nula, por lo que la palabra “Aprender” nos da señales de que por ahí es el sendero correcto. Sin embargo, según mi perspectiva del universo, ilustrarse “académicamente” no es todo en la vida.
Hay incontables colegios y a la mayoría de ellos no es tan difícil acceder, pero no todos los directores de escuela y profesores tienen esa visión de formar más que entes pensantes (que sin duda es de una relevancia absoluta y por donde seguramente el niño de mala situación económica encontrará el camino para salir de su actual condición) a verdaderas y autenticas PERSONAS. Eso es un complemento, algo muy difícil de distanciar. La educación debe tener muy presente ese escenario y tiene que ser capaz de integrar los conocimientos con los valores. Los establecimientos educativos tienden a creer que la parte de real formación de personas como tales está a cargo de la familia. No se encuentran muy alejados de cómo tienen que ser en verdad las cosas pero ¿qué pasa con el pequeño que no ve en todo el día a su papá y a su mamá por que éstos trabajan?, “que lo críe la nana”, muchos pensaran, pero ¿si no tiene nana, y es él que debe cuidar a sus hermanos menores o en el peor de los casos, no tiene padres y vive con sus tíos de allegado con la suerte de que al menos lo mandan al colegio? Ese pobre pequeño tendrá que idear por sí mismo una correcta manera de enfrentar la vida, de repente por leves corazonadas, por instintos, por actitudes que percibe a su alrededor, que sé yo, cuando es aquí que la dualidad valórica/educativa de un centro educacional debe tomar las riendas del asunto. Los profesores, más que acumulo de conocimientos, deben transformarse en individuos sabios capaces de crear en sus alumnos conciencia de la radiografía del mundo, de cómo es éste efectivamente. No puedo negar que un niño que sólo capta información logre en el futuro un cimiento para su estabilidad económica, pero si falló el aprendizaje de cómo ser sujetos verdaderamente humanos no hay vuelta que darle, con altas probabilidades ese impúber tan abierto al mundo tiempo atrás se transformará en un tirano.
Lo substancial además, aparte de lo anteriormente expuesto, es que comprendan las cosas de otra manera, no cómo lo hace el común de los hombres, si no realzando lo que realmente les llena el espíritu. Acción que puede conseguir la música, la poesía, el dibujo, la danza, etc. Los colegios tienen que tener el discernimiento de que eso satisface el alma. Lógicamente entonces se debe desarrollar lo artístico en gran medida, incentivando además al alumnado a ampliar su mente de esta forma, y lejos la edad más propicia para inquietarlos con éstas ideas es en la incauta infancia.
No es lo más trascendental el grado erudito que logren alcanzar los niños en los próximos años. Corresponde, sobre todo teniendo noción de cómo se están sucediendo las cosas en el mundo, enseñar y aprender a compensar el alma, que es lo que finalmente importa.

12 marzo 2007

Inteligencia Graduada (truncada teoría)

Me desgasto pensando cuan inteligente puede llegar a ser una simple alma en pena. Varias horas del día se me esfuman logrando vislumbrar el por qué de un don tan inicuamente repartido entre todos lo mortales. ¿Por qué algunos entes son capaces de inventar grandilocuentes proyectos de construcción de centrales nucleares , tienen la habilidad para idear pomposas superproducciones, escribir, pintar verdaderas obras maestras, hacer música o tal vez dictar charlas sobre una mejora a sistemas varios con datos e información que no capta la mayor parte del pueblo?
Es una verdad irrebatible y turbadora.
Muchas veces le he preguntado a mi papá el motivo de tal injusta repartija. La respuesta habitual es algo acerca de que debe existir la diversidad para que se logren abarcar todos los aspectos que no se cierran principalmente en la inteligencia. Respuesta que logra mantenerme tranquila pero no conforme. A veces me da por entender esas razones, pero en otras ocasiones simplemente no me calzan. Como autoreferencia puedo decir que uno de mis deseos más apetecidos es convertirme en una gran escritora, pero la cabeza no me da. En cambio, otros, sin siquiera pretender las cosas, resultan absolutamente idóneos con las palabras. A mí me cuesta. Apechugo con eso pero no logro advertir las diferencias. Y es en esos precisos momentos cuando se me vienen a la mente los motivos que me dan ante la inquietante interrogante que constantemente suelo hacer y deduzco que tal vez si fuese más imparcial el asunto seríamos todos grandes genios y no existirían, por ejemplo, estudiantes de odontología. Entonces asumo que lo que quiere decir mi padre con eso de “abarcar todos los aspectos” es que tiene que existir obligadamente una inteligencia graduada en las personas para que no todos se vuelen conjurando cosas notables y significativas, si no que también deben haber individuos que luchen en el día a día cargando en sus hombros la realidad, ya que al no tener todos esas clarividencias tan brillantes no todos podemos optar a algo distinto que no sea la realidad, ¿se entiende?
Bueh!, quizás ni yo misma comprenda lo que tan jactanciosamente escribo…Posiblemente llegué tarde a la repartición.

08 marzo 2007

Nena, es tan absurdo.

¿Cómo no escribir algo cuando me encuentro con el hecho tangible de haber estado girando dos décadas en el cosmos?
Respuesta: Imposible, es un jaque que la vida me hace esperando como diablos iré a reaccionar. Aquí un extracto de lo que pasa dentro de mi intranquila cabeza...

Sin saber que era el ocaso de la dictadura, mis padres tuvieron a su primera hija. Honorífico título que recayó en mí.
Es inevitable no mostrar mi descomunal agrado ante la efemérides en que se destinó que viniera al mundo: 8 de marzo del 87’, día internacional de la mujer y año en que se concordó tal fecha para ese titánico homenaje. “Es por eso que eres tan feminista, Sary”, dicen algunos…
Un episodio inolvidable fue cuando tenía 9 años y me aterrorizaba la idea de cumplir 10. Razones diversas. Una era mi estúpida teoría de que agregando un dígito a la edad ya no eras niño. Siempre me dio miedo dejar la niñez. Las personas adultas vivían con problemas, cuentas que pagar, trabajo, no alcanzándoles ni un pellizco de tiempo para poder jugar que era lo que realmente me hacía feliz y perder eso me espantaba. Pero resultó ser que cumplí los pocos bienvenidos diez años pasando absolutamente nada, la vida siguió tal cual era: llena de alegría y colores que formaban una capa a mi alrededor resguardándome de cualquier agente con planes de dañar mis cuatro paredes de cal.
La burbuja en la que según algunos vivo y de la cual escribo existió en su momento, perpetuándose en degradé hasta aproximadamente los 16 años, rompiéndose sutilmente por un sin fin de motivos poco claros. Tal vez aún quede algo, quién sabe…Pero sin cabida a alguna duda, mi expedición siempre estuvo marcada por un desborde desmesurado de felicidad, también de buenos libros, magistrales discos y cassettes a la mano. En consecuencia, las letras y la música llegaron a tempranísima edad y obtuvieron su respectivo asilo en mi corazón, tejiendo una “especie de trama subterránea”, como dice Fito, que sin duda está marcada en cada cosa que digo, que hago, que pienso y que escribo. Es que encontrarse con una obra artística siendo un niño se transforma en parte de la identidad de una manera tal que será algo que llevaremos por siempre guardado en nuestro subconsciente saliendo a la luz en determinadas ocasiones dejando ver la huella tan profunda que esa pintura, libro, canción ha dejado. Huellas en la mente, el alma y el corazón. Por otro lado, este último en ningún momento ha dejado de latir y como una especie de base para esa tesis puedo decir que paralelamente a la veintena de veranos, otoños, inviernos y primaveras viví varios romances y mantuve profusas amistades, algunas de las cuales aún conservo. Relaciones interpersonales marcadas por mi ingenua visión del mundo en matices alborozados. Unas grandes personas, otras no tanto, pero que pese a todo lograron llevarse algo de mis afectos con ellos.
Cuántas peleas de las que fui protagonista, cuántas reconciliaciones, cuántos amores platónicos, cuántas conversaciones, cuántas lágrimas volcadas al infinito, cuántos lugares en los que estuve, cuántas canciones y películas que me dejaron sin dormir, cuántas frases guardadas pidiendo a gritos ser dichas… es imposible dar cifras, de repente los números no son buenos acompañantes de las emociones.
Rondando por los jardines. Eternamente en las nubes. Apunto de ser atropellada por los maniáticos conductores (debido a mi andar despreocupado) Ansiosa por hablar. Sonriendo tan diáfana como inolvidablemente.
Y pensar que el tanguito de Gardel dice que veinte años no es nada…

28 febrero 2007

Ahí voy, de nuevo...

Es impresionante como con el tiempo la cantidad de personas con la peculiar capacidad de escuchar atentamente al otro va disminuyendo. En mi vida son individuos que puedo contar con una mano (sobrándome dedos). Pocos, sin duda, pero que se han transformado en pequeños ángeles que se entregan a mi disposición, importando absolutamente nada todo lo que puede estar atándolos en ese momento. Idóneos para escuchar mis arrebatos, llantos, amores platónicos, música, estupideces y por sobre todo la infinidad de caprichos que pueda llegar a tener. Es que si hay un problema que yo no tengo es el miedo de dejar ver mi corazón. Jamás guardo mis emociones, y si se me ocurre hacer el intento exploto igual.
Mi visión del asunto es considerar difícil lograr esa aptitud y más complicado aún conseguir desarrollar ese sentido a cabalidad, ya que ¿¿cuántas veces hemos hablado con gente que aparentemente sigue fielmente nuestro relato pero al terminar lo expuesto sigue con otro tema?? Ese es un clásico del interés disfrazado. El verdadero “oído” es capaz de hilar lo dicho tratando de ofrecer las palabras más atinadas posibles al tema en cuestión. (Conste que dije “atinadas” y no “brillantes”)
A continuación ejemplificaré una de las ideas a las que me refiero en el párrafo anterior:
Rodolfo: Te llamaba por que siento que algo me aprisiona la garganta, un peso en el pecho, algo como en mi alma…
Amiga de Rodolfo: Y ¿cómo que sería?
Rodolfo: No lo puedo explicar muy bien. Es una especie extraña de sentimiento que me ha hecho llorar la noche entera. Puse un disco que no escuchaba de la época del colegio y fue para peor. Estoy que exploto en emociones…
Amiga de Rodolfo: mmmmmmm…
Rodolfo: ¿Entiendes a lo que me refiero?… Pienso que es melancolía extrema.
Amiga de Rodolfo: ¡Que lata, Rodolfo!
Rodolfo: No, no creo que sea tan “lata” como dices tú…incluso me inspiré y escribí un artículo para mi blog.
Amiga de Rodolfo: bacán. Ya, no estés triste.”
En ésta situación, tal vez Rodolfo no necesitaba más que ser escuchado, ya que lo que le pasaba era tan personal y tan difícil de entender que cualquier opinión serviría de nada. En ese contexto en particular la amiga actuó bien, acotando sonidos y frases para el bronce como el habitual: “mmmmmm” y el trillado: “Ya, no estés triste”. Pero, ¿Y si Rodolfo quería oír algo que atenuara el incesante burbujeo de sus emociones? Si hubiese sido así, debió haber llamado a otra amiga o simplemente haber conversado con su almohada (que no diría menos que lo que pudo decir su amiga y por último no lo dejaría con la sensación de que nadie lo entiende)
Conclusión: Como siempre, todo es relativo, todo depende de lo que en ese momento halla querido Rodolfo, pero sin duda que en las dos opciones de lo que podría haber esperado le hubiese calzado perfecto unas cuantas frases acertadas sin tener por qué ser éstas de una ocurrencia extrema. Quizás un “Pucha, amigo. Tu siempre tienes esa especie de arrebatos que no tienen por que mantenerte inquieto, al contrario, tienes que aprovecharlos y poner tus palabras al servicio de lo que sientes…escribe lo que más puedas, así también aprovechas de desahogarte”. Genial, ¿no? Una elocución sin mayor dificultad que resulta ser precisa para la ocasión. Pero si como yo tienen el problema de que por más intento que hagan no pueden decir algo, el honesto: “Amigo, en serio que no sé que decir, pero quiero que sepas que igual soy capaz de escucharte. Pienso que hay veces en que el silencio puede llegar a decir mucho, perdona si no es lo que esperabas.” puede cambiar las cosas. Pero la idea es decirlo de corazón no como frase salvadora del momento.
En fin, cada uno puede hacerse participe de la historia del otro como se le plazca, pero la idea es que el graneado gentío realmente gravitante para nuestra vida se de cuenta que no somos meros entes pensantes, si no que también podemos internarnos y compartir su antojadiza novela.

21 febrero 2007

Atiborrada de Un No Sé Qué.....

Cada cierto lapso de días florecen en mí unas ganas incontrolables de frasear todo lo que se me está pasando por la cabeza en un determinado instante, de todo lo que pienso, lo que siento, de las vueltas de mis ideas por las nubes, etc., pero me encuentro con un obstáculo que es demasiado para mí, ese de no encontrar las palabras correctas para expresarme de manera precisa,clara, por lo que me aplasta la más completa de las ignorancias y todo lo que en ese instante podría haber fluido de mi mente se estanca, quedando ahí, intentando explotar aunque sin mucho éxito.
Recuerdo esa vez que con 18 años me reencontré con la película “Philadelphia”, luego de verla por primera vez siendo una niñita que no entendía nada. Claro, quise compartir mis emociones, pero no logré nada concreto. Me pasé la noche entera tratando de hilar ideas que no encontraban sus nexos para poder reunirse y formar algo. Algo que siempre al no armarse trae consigo esa noción de que todo lo que alguna vez escribiste fue mera suerte y que más encima, resultó ser horrendo. Por ejemplo, ahora anhelaría palabrear acerca de unos temas de Fito que tienen estrujado mi corazón ( “¡Oh!, Nena”, “Sable Chino”, “Parte del Aire”, “Ámbar Violeta”, “Dejaste ver tu corazón” y quien sabe cuantas más que en este momento se me van ) por la letra, la música y la voz de ese descomunal hombre, pero fallan mis sinapsis neuronales para crear un hermoso apartado a la altura de esas magníficas composiciones (incluso creo que la palabra “magníficas” queda chica, pero debido a mi analfabetismo no encuentro el término exacto…)
Aún no descubro por qué siempre que algo que me hace bombear sangre más rápido, me pone los pelos de punta y me deja en vela debe ser expuesto de una u otra forma para poder quedarme un poco tranquila, de distinta manera me mantengo sobresaltada con un nudo en la garganta. El conflicto es que para poder lograr por completo esa calma necesito palabras por revelar. Hay muchas que no he logrado encontrar y son justamente esas las que coartan cualquier intento de brillantez léxica por ende sólo nacen tropiezos literarios. Espero,entonces, perdonen mi falta de genialidad, que no es mi culpa...todo es por mi poca cabeza.

31 enero 2007

Locos Tiempos Que Ya No Están.-

Se han escrito tantas cosas sobre los recuerdos que de alguna manera me pongo trabas para hacer este poco relevante comunicado, pero me instalaré un escaparate ante los supuestos futuros comentarios de poca gama de temas en este blog y soltaré mis dedos sobre el teclado, que ellos fluyan tan antojadizamente como se les ocurra .
Hace más de tres años deje de ver a un sobreestimado compañero de colegio, de esos que por cosa del destino te acompañan durante los años más trascendentales de tu adolescencia. Cuando nos distanciamos lo tomé como parte de la vida: “el tiempo debía avanzar inexorablemente”, dejando como resultados un acumulo de recuerdos que a pesar de ser extraordinariamente lindos no eran más que RECUERDOS…
Pero algo aconteció. De una semana para otra un insólito sentimiento de extrañarlo apretaba mi corazón. Recordé detalladamente los tres años en los que mutuamente nos acompañamos entre tareas de castellano, pruebas de matemáticas, interrogaciones de química y música de Jamiroquai en su personal stereo (adelantando el cassette con un lápiz para no gastar pilas). Eran lindas evocaciones que venían en aumento sin poder darle alguna atribución, ya que cómo puede ser posible que ahora, después de aproximadamente mil cien días sin tener el más mínimo contacto, vengan hacia mí esas añoranzas del pasado, cuando ya me encuentro próxima a cumplir dos décadas dando vueltas por el universo.
Fue un tema que compartí últimamente con quien se cruzara en mi camino y pudiera otorgarme un oído atento por un pequeño momento, recibiendo casi por beneficencia un montón de consejos. Uno de ellos (el más sabio) fue: “Tienes que ubicarlo de nuevo, la gente que uno quiso y quiere no puede quedarse estática en el pasado”. Esa bendita frase se me tatuó en el cerebro. Sin pensarlo más de dos veces hoy busqué su número en una agenda vieja (de esos espléndidos años) y lo llamé por teléfono, con la duda latente de si le importaría hablar de nuevo conmigo, después del paso de tanto tiempo, pero para mi estupefacción me reconoció de inmediato, sin darle la más mínima de las pistas, y se notó su voz de sorpresa y agrado. De ahí hablamos de todo… Del presente, del ideal futuro y por supuesto, de aquellos tiempos, que nunca mortal alguno podrá arrebatar.
Agredecimientos para tí, compañero de estudios, andanzas y sueños, al parecer yo nunca te olvidé.
"Eran los tiempos de caramelos,
maestras hurañas y sol.
Jugando a ser mayores
escondidos en alguna plaza.
El tiempo inflexible pasó

Y aunque reniegues tus primaveras,
algo en tu pelo cambió.
Ansiosos, ambiciosos,
decadentes y con malas ganas.
La vida real te atrapó.

Muñequitas, carrusel,
Bicicletas, llorando en un jardín.
De esos tiempos
un mago regresará.

Y aunque reniegues tus primaveras,
algo en tu pelo cambió.
Ansiosos, ambiciosos,
decadentes y con malas ganas.
La vida real te atrapó.

Muñequitas, carrusel,
Bicicletas, llorando en un jardín.
De esos tiempos
un mago regresará." (Bicicletas- La Rue Morgue)

16 enero 2007

Viven las Ideas de los Amantes...

La narración a la que decidí referirme esta vez es una simple historia, sin melodramas extremos, homicidios, suicidios, accidentes automovilísticos, infidelidades (tan usuales, por Dios!), etc., por lo que si no se cumple con las anteriores categorías es el momento indicado para cambiar de dirección de blog.

El viernes partí por unos pocos días a la playa con mi familia, a las cabañas más hermosas de la séptima región. Llegamos y sin siquiera pasar 12 horas encontré a mi hermana desconsolada asomada por la ventana y mirando el mar. Yo, que en ese momento estaba dormida a más no poder por el cansancio típico provocado por un largo viaje, desperté por el sonido de sus sollozos. Entre sueño y cansancio le pregunté que diablos le pasaba y para mi desmesurado asombro dijo que extrañaba a su pololo. ¡¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿Qué?????!!!!!, exclamé yo, no pudiendo entender que se pudiese echar de menos a una persona que acababas de ver el día anterior. No le encontraba alguna lógica y opté por detener el fluir de mi conciencia. Al instante le di un par de consejos fríos como piedras (que por más pino que les puse no sonaban ni un tantito convincentes) y me dispuse a continuar mi velada con la poco conocida almohada (más dura la pobrecita). Al otro día, siendo este el momento del tenue clímax de mi historia, tocan la puerta de la cabaña como a mediodía. Yo pensando que era la señora que clandestinamente nos trae “locos” cada veraneo corrí a abrir, pero no era Doña Mariscos: Era el novio de mi hermana. No pude evitar la risa, “¡Cómo tanto!”, pensé, porque se vino de Talca, tan calentito en temporada estival, viajo más de una hora 1/2 en bus, todo acalorado para ver a su pecosa novia, a la cual no vería por unos pocos 5 días…. Eso me llamó la atención, esa desesperación, tan poco común en pololeos actuales. El resto de la historia es un tanto evidente, ya que posterior a su llegada se quedo con nosotros hasta hoy, que fue el día elegido para regresar a la ciudad. Durante la estancia se le podía observar abrazados, de la mano, caminando por la orilla de la playa en un romántico atardecer, saliendo a pasear por la noche fría de la costa, conversando con esas “ganas de escuchar mutuas” que sólo se puede generar entre dos personas que estan completamente interesadas en el otro. Ahí recién logré comprender el por qué de los hechos: “Aaaaah!, pues claro, es el amor”.

02 enero 2007

Nunca Me Voy a Olvidar...

Esperando que este año 2007 transcurra con más glorias que penas me atrevo a recomendar una simple canción, inadecuada totalmente para personas que se dan vueltas mucho en sus pensamientos y cuyos gustos abstractos superan la sencillez de la vida (sin ser eso algún agravio de mi parte, por supuesto).
Es una canción que descubrí de ociosa, viendo el DVD “Naturaleza Sangre – vivo en Gran Rex” del genio de la música argentina, el señor Rodolfo Páez Ávalos, alias FITO PÁEZ (siendo objetiva y dejando a un lado mi exagerado gusto personal por Gustavo Cerati).
La situación en la que aconteció todo me sorprendió con un aburrimiento escandaloso, y con unas inusitadas ganas de ver televisión. Empecé a estudiar acabadamente el material que en ese momento se me ofrecía, cuando algo me dice que ese era el DVD indicado. Lo puse, y como siempre, encontré a don Fito desmesuradamente atractivo, pero ésta vez y aparte de “Tumbas de la Gloria”, “Volver a Mí” , “Los restos de nuestro amor” y “Ojos Rojos” (ésta última merece una mención honrosa debido a la participación de la cantautora brasileña Rita Lee y a la poderosa interpretación de Páez al final de la canción en donde canta, nada más ni nada menos en un hermoso portugués) quedé atrapada por una canción más: “El Centro de tu
corazón”. Esta canción ya la conocía, pero sólo la versión en estudio, del disco “Naturaleza Sangre” en donde
Fito comenzaba (con esa voz, que debo agregar es la voz masculina más genial que he escuchado hasta ahora en mi vida) y el coro lo continuaba el maestro Luis Alberto Espinetta. Pero la canción en vivo es distinta. En general las canciones en vivo tienen un toque especial, algo así como mágico, pero esto no era así, era algo más, ya que además de estar siendo interpretada para los miles de admiradores que ese 28 y 29 de noviembre de 2003 llenaron uno de los teatros más importantes de la avenida “Corrientes” en Buenos Aires, Páez la desentrañaba de los instrumentos con otra adaptación, más deslumbrante y más lastimosa (la versión original no llega a tener ésta última característica). Dos particularidades que suelen dejarnos hipnotizados ante una creación artística. Y así es, casi lloro cuando escucho la introducción tan melancólica y a Fito explayando en su canción:
“Que pasó, que pasó, que pasó la vida, extraño carrousel
Me dejó, me dejó, me dejó un sabor amargo bajo piel
Ya sabes, ya sabes, ya sabes me gusta tener el control
Pero igual, pero igual, pero igual yo me quiero morir con vos...”
La letra era acompañada por la cara taciturna brindada para la ocasión del señor Páez, que cantaba desde las entrañas, pero mi asombro fue mayor cuando en vez del flaco Espinetta era el propio Fito quien acopañaba el coro:
"Nunca me voy a olvidar del centro de tu corazón, nunca me voy a olvidar nada..."

Eso me supero emocionalmente. Es que Fito tiene la capacidad de empaparnos de sus aguas de colores, gracias a su voz, sus letras, sus dúos con Joaquín Sabina, Cerati, Calamaro, Charly García, hasta con Caetano Veloso y quizás cuantos más (aún no los descubro todos). Gracias a él nos transformamos en jardineros de nuestros propios dilemas y eso nos crea confusiones que al fin y al cabo si están acompañadas de una magistral canción no es mucha la objección que presentamos ante ellas.
"..Y colorín colorado, este cuento se ha acabado"