23 junio 2013

No lo ví venir.

Sir Bernard Shaw y su amiga Patrick Campbell, quienes se escribieron
por siempre.
I
Paseamos sin parar
¿Cuántas ocasiones?
¿Las puedes contar?
se duermen las emociones
pero nosotros despertamos
entre risas, ideas y reflexiones.
Por conversar desesperamos
y divagamos en tontas opiniones.

 II
Nos sentamos en la plazoleta,
a divagar otro rato,
pero el corazón me da una voltereta
sin aviso y sin recato.
Te miro como pidiendo explicaciones
(eres el culpable de mi tormento)
y  sin vacilaciones
me invitas a tu casamiento.

III
Después de tanto andar,
de tantas cosas compartidas,
de nuestra afinidad sin par,
haces esta arremetida
y no entiendo nada,
si cada calle fue contexto
de nuestros cuentos de hadas
e inútiles pretextos.

IV
La costumbre no es argumento
es el enamoramiento lo pertinente
para tal sagrado sacramento
y no la cotidianeidad latente,
que calladamente adormece
hasta los más valientes corazones,
sosegadamente nos enlentece
y  privamos las reales emociones

V
El otro día en la librería
dijiste estar confundido,
que de pasiones no sabías
y que de amor no estabas perdido.
Entonces ¿qué hago yo con esto?
¿Con esto que por ti siento?
La espera eterna es lo que detesto
y por cobarde al destino no tiento.

VI
Seguiré sosteniéndote la mirada,
sólo porque soy fuerte
y  no me gusta esa nada
que a los ojos acomete (de repente)
Pero tu amiga no quiero ser,
no quiero más hacer ese show,
no quiero pretender ser
yo Patrick Campbell y tu Bernard Shaw.

07 junio 2013

Y ahora Qué Leo?

Mientras leía en el diario la noticia del anuncio de cierre de la sucursal de Providencia  de la librería Qué Leo, por la no renovación de contrato de arriendo por parte del propietario del lugar (quien prefirió arrendarle a una cadena de farmacias) pensaba en la situación cultural que vivimos los chilenos.

No son pocos los que critican la falta de espacios y eventos culturales, que alegan del costo monetario que exige comprar un libro, un C’D o ir al teatro, pero yo pensaba, si los precios de dichos ítemes se redujeran ¿consumiríamos más cultura?, ¿se generaría realmente una proporción inversa de menos costo/ más consumo? La lógica, esa ciencia de inferencia de repente tan errática, nos diría que sí ¿pero sería así realmente?

Yo pienso que no. Quizás tendríamos un acceso más democrático, pero teniendo otro tipo de necesidades, una necesidad básica, vamos a querer satisfacer esta última primeramente y una vez cubiertas (o “cubridas”, como diría nuestro singular presidente) todas estas, recién podríamos empezar a preocuparnos de lo cultural. Pero ¿y si no nos alcanza ni siquiera para satisfacer nuestras demandas vitales?  Si estamos endeudados pagando créditos universitarios, pagando el tratamiento de un familiar con cáncer, sobreviviendo la vida con  sueldos miserables, créanme que aunque un libro cueste $5.000, vamos a preferir destinarlos para pagar el colectivo de unos días. La cultura no será demandante mientras no tengamos satisfacción en salud, educación y trabajo.

Aunque existen personas que en ninguna situación, favorable o desfavorable, se interesarían por la cultura, ya que están en un estado de meseta permanente, en donde aceptan lo que se les dice y aceptan el comportamiento de una sociedad neoliberal preocupada solamente por gastar. Y por gastar en lo que sea, menos en libros, por ejemplo. Una sociedad que dice querer más cultura en la televisión, pero cuando se la ofrecen cambia el canal para ver algo más soft. Porque la cultura exige reflexión, echar a andar nuestra máquina cerebral, pero llegan tan cansados de la pega que lo que menos quieren es gastar más energía, menos en pensar y se quedan idiotizados viendo teleseries nocturnas o la película de acción más cool.

Pero me sigo aferrando a todas esas personas que veía agolparse en los festivales de jazz gratis al aire libre, en las extensiones del Santiago a Mil, gratuitas también o a ese jardín de personas que echaron a andar su imaginación viendo a la Pequeña Gigante caminar por Santiago sin tarifas determinadas. Por lo que tengan por seguro que cuando confluyan por un lado la democracia en el acceso y por el otro el percibirnos como individuos conformadores de una sociedad justa y satisfactoria, seremos parte activa de todas las vías de la ilustración.