Siempre niego que me gustas. Es que no tolero sentir atracción por
algo que atrae a tantos. Es que también eres tan rubio y con esa tez medio
rojiza. Además tan lais.
Pero muy a mis pesares me gustas, porque voy más allá. Voy a tu
cabecita pensante, tus miles de neuronas haciendo millones de sinapsis por
segundo, enarbolando ideas, analizando paradigmas. Voy a tus ideales. Voy a tu
vocación de servicio, que siento tan honesta.
Durante mi internado odontológico, y mientras el
movimiento estudiantil estaba en su punto más álgido, terminaba las urgencias y
me iba a verte al pc, cuando marchabas bajo la lluvia con tu chaqueta verde. Yo
les hablaba a todos de ti, incluso a un pololo de esa época. Después seguía las
entrevistas de Glatz, que es más como el estilo mío, pero siempre me terminabas
gustando tú.
Cada cierto tiempo
me pregunto cómo sería conversar todo un día contigo. Incluso podría ceder
y hablar de fútbol. Aunque podría ser
que tartamudee y mi torpeza me supere. Siempre me ponen torpe los hombres que
siento que dominan las situaciones. Sí, soy una desadaptada social, lo sé.
También sé que jamás compartiremos un día juntos, pero lo imagino. Imagino
ganando confianza y que te hablo de música
mientras te regalo un compilado de Kings Of Convenience. Que me llevas a conocer la sede de Revolución Democrática y me regalas un ejemplar de tu libro. Que me preguntas si tengo facebook y ante mi respuesta negativa me consideras una mujer muy interesante.
Siendo honesta, tengo un montón de debilidades. Soy
media asmática. Nunca he sobresalido en deportes (una vez gané con un equipo
trucho un campeonato de chueca). Soy bien pajarona, pero todo el mundo me dice
que soy muy buena contando historias. Te podría contar un montón.
¿Qué me dices?