15 agosto 2011

Versos del Gobierno

I


¿Qué me importa que tu hijo no estudie,
si mi auto es del año
lleno de joyas mis manos
paso las penas en High Clubes
y vivo soñando en las nubes?
¿Por qué me tendría que preocupar,
si a mis hijos yo les puedo pagar
los mejores colegios y aficiones?
Tu problema es hacerte ilusiones
con que ésta sociedad puede cambiar.

II

La Clase media está predestinada.
No hay por qué marchar,
saltar, gritar o protestar.
Hay que aceptar que está condenada
a vivir siempre endeudada
con tarjetas, créditos y rebajas.
Media-Alta, Media-Media, Media-Baja.
La Media-Media es la que más sufre,
pero a mí poco es lo que me urge
si de la situación no puedo sacar ventaja.

III

RESISGNACIÓN es la consigna de ustedes,
mientras los ricos nos hacemos más ricos
achicando así el abanico
de las personas que tenemos el poder adrede,
generando afianzadas redes
entre amigos, jefes y gerentes.
Lo digo así, abiertamente
(porque en algo hay que ser honestos)
y que no les dé desaliento,
que manejamos sus impuestos muy afectuosamente.

04 julio 2011

Ego y Desamor

I


Sin querer me dañaste el ego
al decir que no me extrañabas tanto
y yo casi morí de espanto
ya que por las penas llego
a extraños lugares que luego
serán albergues de quebrantos.
Nunca me he enrabiado tanto
como hoy así que ruego
que venga mi amigo Diego
para pasar con él las penas un rato.

II

Hombre alguno antes lo había hecho
por mí todos solían dar la vida
pero ahora siento como una herida
aquí en el corazón y el pecho.
Hablas de frialdad satisfecho
queriendo verme perdida,
una enamorada a la perfecta medida
y por las noches en tu lecho
te pavoneas de mi amor que no es estrecho
además de que yo en ti no tengo cabida.

III

Pero atención y cuidado
que la cosa puede cambiar
tu suerte se va a truncar
es el fin de tu reinado
me aburrí de estar a tu lado
busca otra con quien caminar
ya no te quiero acompañar.
Me dejaste el ego dañado
y por más señales que hayas dado
es seguro que esto no va a variar.


07 mayo 2011

El Perseguidor (Las Armas Secretas, 1959) Julio Cortázar.

El tiempo es abstracto. Tratar de explicarlo más allá de una magnitud física es muy complejo y resulta que lamentablemente es mucho más que una de las partes de un problema cuántico. Eso bien lo sabía Julio Cortázar cuando tuvo la maravillosa gran visión de “El Perseguidor”.

El Perseguidor es uno de los cinco cuentos que forma parte del libro “Las Armas Secretas” y me incliné a recomendar sólo este cuento en vez del libro completo por la capacidad tan fácil que tiene de sobresalir del resto.

Bruno es un periodista y crítico de música que se encuentra realizando una biografía de un saxofonista muy famoso llamado Johnny Carter, quien le debe a esa gran fama y a la adicción a las drogas sus constantes trastornos emocionales, adicionándole un delicado estado psicológico. Su refugio es la música, el jazz, en el que busca crearse una realidad propia, donde el tiempo cronológico ya no lo determine más una manecilla de reloj sino las notas de su saxofón.

Y como el tiempo se encarga de transformar todo en recuerdo, Johnny pasa los segundos como si fueran horas evocando su pasado y a sus amigos. Mucha de la atemporalidad en la que vive se la debe a la gran soledad que lo rodea, aunque halla cientos a su lado glorificando al cielo sus jam sessions. Mientras escribe, Bruno hace críticas en contra de su accionar y hasta lo envidia, pero hay algo que no puede envidiar: el gran dolor en el alma de Johnny cuando dice “esto ya lo toqué mañana”.

14 marzo 2011

Avenida Gorlero

“…Yo soy un vicio más.
En tu vida soy un vicio más.
¿Por qué no me dejás,
Si es qué soy tan sólo un
Vicio?
Tu vicio.”
(Tu Vicio, Charly García.)

Uruguay.
Luciano está parado afuera de su recientemente inaugurada parrillada en Avenida Gorlero, esperando que algún lugareño o turista entre a su milonguero lugar de carnes. Una extranjera de paso por la playa lo divisa a lo lejos. Ella es la Charruíta Express, quien tiene la oportunidad de verlo muy seguido, ya que su hotel está a la pasada de su parrillada, por lo que Luciano empieza a ser un personaje bastante cotidiano en su estadía que concluye en una semana más.

La Charruíta Express es originaria de San José, Costa Rica, donde tiene fama de bruja. Cualquier cosa que un día caprichosamente se le ocurre poseer lo consigue forjando conjuros que lanza a la luna en las tibias noches de San José. Fue de esta forma como consiguió trabajo, un sueldo estratosférico, un Chrysler negro…Como a final de cuentas consigue todo lo que quiere. Pero a pesar de ser media bruja y loca, no tiene personalidad esquizoide y no se obsesiona fácil, pero el psicopatear a Luciano se ha transformado en un hábito estival que ya le está haciendo mucho daño. A estas alturas ni siquiera se va a bañar a la playa o a despilfarrar dinero en el cuasi mall de Valentino. En vez de eso, va cada atardecer a la parrillada de Luciano.
Y Ahí está Luciano, con su camisa roja y sus pantalones negros ceñidos. Sonríe sin cansarse, coqueto y fascinante con cada alma que merodea el lugar. Sin darse cuenta de que la Charruíta Express ya es cliente frecuente, la hace pasar, atendiéndola sin distinción alguna, pero con esa seducción tan propia de las charrúas.
- ¡Aquí tiene la carta, señorita!- le dice Luciano, con una voz grave y levemente dispersa.
- No se preocupe, ya tengo listo lo que voy a pedir. - se apresura en decir la Charruíta Express.
- Me decís, que te anoto enseguida.
- Quiero una parrillada sin mollejas y algún vinito Tannat, que queda a tú criterio, pero antes de irte dime, ¿qué escuchamos?- pregunta la Charruíta, intrigada por el sonido de unos instrumentos que en San José no se escuchan.
- Escuchamos tango. “Otros Aires” es el grupo. Es electrotango argentino- le responde entusiasmado Luciano- ¡Ya! En seguida traigo su orden.
En ese momento la Charruíta no se aguanta más. Quiere conseguir a Luciano rápido. Esa misma noche. Después de pagar mira intensamente a los ojos de ese Luciano que tiene las horas contadas: en los próximos instantes será propiedad de la Charruíta Express.

Así que corre a la playa. Conjura a la luna de medianoche como allá en San José.
Se despierta a la mañana siguiente con mucha ansiedad. Camina rápido hacia la avenida. Divisa a Luciano tal como siempre, sin embargo percibe algo extraño. Nada ha cambiado en él, pero cuando la Charruíta pasa por su lado y le pregunta a qué hora abre la parrillada, la respuesta es un cotidiano “a las ocho”, como si ella fuese una más de toda la larga fila de turistas que lo cargosean a diario. Si su conjuro hubiese tenido efecto, este la habría desvanecido entre sus brazos. Se pregunta que pudo haber fallado. Antes había enamorado a muchos mediante éstos métodos allá en San José…

Pero lo que nadie sabe es que en la Avenida Gorlero no manda ni la luna, ni la magia, ni la Charruíta. Manda el tango milonguero y sólo sucede lo que pretenda su inefable bandoneón. Así que la Charruíta Express deberá aprender que la vida es una milonga que hay que saber bailar.

15 febrero 2011

Revista Jalea!

Hace un tiempo un amigo muy creativo me dijo que tenía la idea de hacer una revista digital que incorporara trabajos artísticos (cuentos, dibujos, poemas, etc.) de quien quisiera participar. Después de mucho trabajo por parte del editor y la recolección de los trabajos (incluido un cuento mío) se dio a luz a Jalea, una revista que contiene de todo, pero lo genial de ella es que envuelve un solo concepto a partir del cual giran las creaciones de los que cooperamos. Lo más bacán es que cada aporte tiene su correspondiente ilustración que quedaron de lo más lindas que hay. Así que no me queda más que invitarlos a visitar el sitio y disfrutar de la primera edición de Jalea.
www.revistajalea.blogspot.com

Saludos!
SSilva.

13 enero 2011

Un Vodka por Laura

Iván ya se había tomado todo lo que podía tomar, fumado toda la variedad de cosas que se podía fumar, poseído a todas las mujeres que había querido y tan sólo tenía 23 años. La experimentación partió de joven, por ahí a los 12 años, y a estas altura no sabía distinguir sus momentos de lucidez. Pero algo tenía. Al igual que el alcohol, las sustancias non-sanctas, las mujeres, Iván se había leído toda la biblioteca que Laura, su culta madre y Andrés, su estudioso padrastro habían armado al momento de casarse. Desde Dostoievsky hasta Skármeta. Todo ya lo había leído y no existía forma que le pasaran gato por liebre, pero para despilfarrar soberbia de letras poca eran las veces que se encontraba sobrio.

Su madre y su padrastro, un par de abogados que ejercían como jueces, nunca estaban en casa. Las veces que sí, armaban tremendas tertulias donde el público era representado por escritores, poetas, actrices, abogados, doctores y políticos. Iván, que heredó la inteligencia de su madre y el físico de su padre (fallecido víctima de un accidente en moto meses antes de nacer Iván) derrochaba garbo y atractivo por donde pasaba. Cualquier actriz o escritora que deseó no tuvo el menor valor para negarse ante Iván, que las manipulaba como arcilla. Así de fácil como las conquistaba también las dejaba, trago más cuaderno en mano, donde se ponía a escribir como enajenado. Inventaba historias, desde esa angustiosa soledad. Historias cargadas de toda esa emotividad que siempre anheló pero que nunca recibió. Cuantas veces deseó que su madre en vez de ser objeto de deseo de viejos políticos, estuviera con él, en su pieza, escuchando cómo le había ido en el día, cómo el profesor lo había felicitado por el examen de Derecho Civil, como la Ester (esa morena esquiva) no se percataba de que existía y que por favor le diera un consejo para dejar de sufrir por amor. Por el contrario, lo único que tenía de su madre eran los recuerdos que trataba de hacer constantes para poder vivir los días de esa vida rica de saber, pero pobre de sentimientos. Recordaba cuando de pequeño se quedaba dormido en las reuniones de sus padres, momento en el cual su madre lo levantaba y lo llevaba a su pieza. La recordaba tan guapa, tan coqueta, tan llena de ideales, tan inútil con las comidas que no sabía cocinar ni un huevo revuelto. Recordaba las salidas nocturnas frecuentes mientras él se quedaba durmiendo, al cuidado de la señora Tere, la niñera. Él añoraba estar con su madre, pero se la quitaban, partiendo por su padrastro, que le insistía que fueran al partido, a la exposición de pintura, a la presentación de un libro, a la tertulia de perico de los palotes. Eternamente, los mañanas siguientes a las salidas nocturnas, Iván adormilado iba a la pieza de ellos a ver si ya habían llegado. En principio se asustaba porque sólo veía a Andrés, pero su madre ya se había levantado hace rato (para dormir era tan o más mala que para cocinar) abriendo los ventanales al son de los ritmitos de Brasil. “¡Ivancito!, ¡ya te despertaste! ¡Ven a desayunar conmigo!”

Siempre era lo mismo: simpática, agradable, encantadora, aunque curiosa como madre. Iván, desde temprana edad, se dio cuenta que ella nunca lo iba a esperar con el almuerzo listo, con pancito y leche caliente después de llegar del colegio. Menos le iba a planchar la ropa, para eso estaba la Tere, pero Iván nunca le reprochaba un “y cómo la mamá de…” porque sabía que su madre era para otras cosas: Para conversar, para declamar sus escritos, para sonreír y ser hermosa imperecederamente.
Las remembranzas ocupaban gran parte de su día en una falsa sobriedad que más bien era la recuperación de la resaca de las noches previas, atiborradas de una nada que ahora le parecía un abismo. Quiso correr a los brazos de Ester, pero ésta siempre lo miraba con desconfianza, como si hubiera leído el libro de su vida el cual relata esa existencia sin madre, sin sustancia, sin amor.

Ester siempre lo consideró un pirado mujeriego, mientras que Iván la veía como un sueño, como debió ser de estudiante su madre. Distinta a todas las mujeres con las que había estado por el simple hecho de negársele a todos los imbéciles que la acechaban (incluyéndolo a él). Hubiese dado tanto por que ella lo acariciara, que le dijera que a su lado no se volvería a sentir más angustiado, que con ella la felicidad estaba más cerca. Pero no, Ester jamás lo amaría. Era muy cuerda como para aguantarle las borracheras, las resacas y ser una más en la lista. Ester estaba destinada a tener una familia bien constituida, igual a la de ella, distinta a la de Iván. Un día la escuchó hablar con su pololo sobre Tolstoi y su punto de vista sobre el rol de los intelectuales previo a la Revolución Rusa: “Se empecinaban tanto en promover la revolución pero se desocupaban de lo más importante; nunca compensaron su alma y sin alma todo pierde sentido”. La reflexión de Ester le llegó con infinitos puntos de impacto, porque de cierta forma su madre y su padrastro eran como los intelectuales de Tolstoi, muy letrados pero sin la mínima noción de que había una persona que actuaba como hijo e hijastro, que se ahogaba gritando en silencio deseando un poco de cariño. Después de eso tomó, tomó, tomó. Sacó su lápiz y bajo la tenue luz de su cabaret preferido comenzó a escribir: “No sabes como te preciso, Mamá. Te preciso aunque poco has estado conmigo, pero es eso lo que te vuelve aún más imprescindible…”. Estaba en esa línea cuando sintió una presencia muy cálida a su lado. Al voltearse no pudo contener su cara de sorpresa. Era su madre que lo que venía a buscar. “¡Ivancito! ¡Sabía que estarías aquí! De chico que te ha gustado este lugar. ¿Estás borracho? ¿Aún no? ¿Penas de amor? Bueno, lo que sea. Mira, te vine a buscar porque con Andrés decidimos tomar caminos distintos. Se fue con una de esas actrices, creo que con la Anita Ojeda. Decidí renunciar al partido para no verle la cara a ninguno de ellos y quiero estar más contigo, Iván. Así que deja ese vodka que nos vamos para la casa”. Iván, que sobrevivió entregado a la soledad que el destino sin mezquindad le había brindado, sintió que algo inimaginable le llenaba los vacíos de su alma. Se acordó de la teoría de compensación del alma de Ester (“Cómo tiene razón”, pensaba) y con su madre, que de una vez por todas lo incorporaba a su andar, se llenaba de una alegría difícil de describir. Tenía a Laura, su madre escurridiza, sólo le faltaba Ester, su musa difícil, aunque eso era trabajo para el futuro. El presente le había traído a su madre y con ella las cosas no se veían tan graves. De seguro a ella se le ocurriría más de una forma para poder conquistar a Ester, aunque a estas alturas, eso era lo de menos.