Cuando tenía 9 años y a pito de nada gané un concurso de cuentos. Mis
padres deliraban de orgullo. Mi profesora jefe aún más. Todos contentos con el
gran logro de la “Negrita”. Todos, menos la Negrita.
La historia se suscita en el año 1996, en una ocasión en que la profesora de castellano dio como tarea escribir un cuento en 15 minutos y con una extensión máxima de 30 líneas. Dicha tarea iría con nota.
En la educación básica era responsable hasta bordear la locura, por lo que hice un cuento a la rápida, muy obvio y sin pretensiones, acerca de una hormiga que era súper trabajadora y cuyo título era (no me lo van a creer) “La Hormiga Trabajadora”. Lo hice en 5 minutos para cumplir y para irme a escribir uno más largo al patio del colegio. Fingí problemas intestinales y me fui al patio a jugar con las ideas. Por simple placer nació “Zapatos Rotos” una historia acerca de un joven al cual le gustaba tanto caminar que siempre andaba con los zapatos rotos y la gente lo miraba feo. Lo excluían porque se imaginaban que era un esperpento, pero no, tenía los zapatos rotos porque simplemente le gustaba caminar y cada vez que decidía que era hora de cambiarlos coincidía con una nueva etapa en su vida y cosas así. Conocía a muchas personas entretenidas en sus caminatas hasta que al final conoce a una niña que también adora caminar y salen juntos a pasear.
Me entusiasmé tanto con la historia que la hice como de 6 páginas, con una letra ininteligible. Una vez terminado volví casi al final de la clase.
La historia se suscita en el año 1996, en una ocasión en que la profesora de castellano dio como tarea escribir un cuento en 15 minutos y con una extensión máxima de 30 líneas. Dicha tarea iría con nota.
En la educación básica era responsable hasta bordear la locura, por lo que hice un cuento a la rápida, muy obvio y sin pretensiones, acerca de una hormiga que era súper trabajadora y cuyo título era (no me lo van a creer) “La Hormiga Trabajadora”. Lo hice en 5 minutos para cumplir y para irme a escribir uno más largo al patio del colegio. Fingí problemas intestinales y me fui al patio a jugar con las ideas. Por simple placer nació “Zapatos Rotos” una historia acerca de un joven al cual le gustaba tanto caminar que siempre andaba con los zapatos rotos y la gente lo miraba feo. Lo excluían porque se imaginaban que era un esperpento, pero no, tenía los zapatos rotos porque simplemente le gustaba caminar y cada vez que decidía que era hora de cambiarlos coincidía con una nueva etapa en su vida y cosas así. Conocía a muchas personas entretenidas en sus caminatas hasta que al final conoce a una niña que también adora caminar y salen juntos a pasear.
Me entusiasmé tanto con la historia que la hice como de 6 páginas, con una letra ininteligible. Una vez terminado volví casi al final de la clase.
- ¡Niños!- exclamó la profesora - Les tengo una sorpresa. Resulta que no les quise decir antes para no crear un ambiente de competitividad, pero resulta que sus cuentos están participando en un concurso del colegio y serán evaluados por un grupo de docentes para elegir al ganador.
No recuerdo bien en que consistía el premio, pero uno de los beneficios era que lo publicaran en la revista del colegio.
La profesora tenía todos los cuentos al lado del libro de clases. Casi por instinto me paré al basurero y dejé el cuento, con el que tanto me había inspirado en el patio, encima de los otros y con un “Anónimo” considerable.
Un par de días después:
- ¡Niñitos!- dijo la profe- hemos llegado a una decisión con el resto de los profesores. El cuento ganador es el de la señorita Sara Silva San Martín. Un aplauso para su compañera.
Ni contarles lo feliz que me puse. Empecé a imaginarme de grande siendo escritora importante, muchas personas leyendo mis libros, y pensaba también en “Zapatos Rotos” publicado en la revista del colegio.
- Felicitaciones, Sarita. Un cuento muy adecuado para la revista del colegio y con una gran moraleja…
Claro, pensaba yo, dejaba la moraleja de que no hay que dejarse llevar por las apariencias.
- …“La hormiga Trabajadora” es lo que nosotros queremos que ustedes sean, unos niños muy trabajadores.
¿¿¿Qué???, exclamé sin poder evitarlo.¿¿¿¿Cómo????, volví a exclamar. Pero es que no entendía como habían elegido ese cuento. Bueno, igual su moraleja estaba bien, pero “Zapatos Rotos” para mí era una oda a los desadaptados.
- Sí, Sarita. Felicitaciones. Y bueno: Matías, excelente trabajo, pero para la otra será. Pamela, no me quedo claro el final. Carol, era un cuento no una noticia……… - así siguió hasta que llegó a “Zapatos Rotos”- Y por último este “Anónimo”, que quien quiera que haya sido el chistosito le digo altiro que no entendí la letra y que se excede extremadamente del requerimiento máximo.
Luego de eso, la profesora hizo una pausa y retomó la clase. De mi cuento estrella no supe más, no tuve la valentía de decir que el anónimo era yo.
Difícil que pudiera ser de otra forma. La profe de castellano no iba a detenerse a leer “Zapatos Rotos” siendo que su amiga íntima era la profe de Artes Plásticas que se enojaba conmigo cuando pintaba lo cerros azules o cuando pintaba las rosas de cualquier color que no fuera rojo y retaba a Tomás, un compañero que era seco para el dibujo, haciéndolo llegar hasta las lágrimas por no creer que sus dibujos los hacía él, la muy artística creía que los calcaba.
Igual no más después ambas tuvieron problemas y se fueron. En su reemplazó llegaron otras, peores, pero ese no es tema, al menos por esta vez.