Casi me dio un vahído el enterarme de la nada que no es el 15 de marzo la fecha de comienzo de clases: Fascinante efemérides se adelantó para el 3 de marzo. Mientras aún creía que quedaban días para merodear por aquí y por allá, pensando, escribiendo, escuchando discos que aún no termino de escuchar y finalizar la novela que he tratado de descifrar por muchos días, la verdad es que se truncó todo. Hasta me quedaban unos pocos pesos que pensaba invertir en entretención pero quedan en nada mis proyectos.
Atrás queda el período del año en el que puedo decir lo que quiero, hacer lo que quiera, estar con la gente que quiero y trabajar de junior estival.
Trabajo de junior estival desde que mi papá se inició en las arduas arenas del comercio. Casi 10 veranos limpiando y armando vitrinas, haciendo colas en el banco, pagando patentes municipales, enviando encomiendas, atendiendo al respetable, etc. Es una de las cosas que más me gusta del verano, aunque suene extraño.
Estoy muy acostumbrada a los sucesos raros en mi vida durante el trabajo de junior estival, pero el dieciocho de febrero la embarró: Partió la jornada caminando en dirección al banco, pajaroneando como siempre. Me despabilé de pronto con lo gritos que lanzaba un pelmazo a su tontona polola por celular: “Hasta cuando me llamai’ por la chxxxa, soi’ ma’ agxxxxxda…déjame respirar, dale tiempo a esta caxxda”. Ahhhhhhh! Suspiré de amor y mientras pensaba que me había encontrado con el deja vú de Armando Manzanero un tipo medio acongojado chocó conmigo, cayéndosele de las manos una carpeta llena de papeles. De sapa me fijé en uno que era la cuenta de VTR : doscientos ochenta y seis mil pesos. Problemas de comunicación al menos no tiene. Luego en el banco una ejecutiva de cuentas se rascaba con mucho entusiasmo el trasero mientras Don Juan (así por lo menos deduje de su polera de “soy un don juan") le pegaba con similar entusiasmo a la maquina de consulta de estados de cuenta por no leer su tarjeta. Después fui a la municipalidad y al mismo tiempo que hacía la cola para pagar la patente comercial del bolichito una niñita sin dientes me sacaba pica con un helado, feliz de haber logrado que a las diez de la mañana su madre le concediera ese deseo de vainilla y chocolate.
Por la tarde debía ir a dejar los libros de compraventa donde la contadora, pero esta vez tomé un atajo y me encontré con el cumpleaños infantil más raro de la historia (sin contar el de los hijos de los Rolling Stones ) era en un bar, lleno de juguetes, serpentinas, dulces y chelas. Una locura.
Una locura que no parara el 3 de Marzo, por que en la escuela suceden los episodios más extraños de la tierra. Historias no faltaran.
Atrás queda el período del año en el que puedo decir lo que quiero, hacer lo que quiera, estar con la gente que quiero y trabajar de junior estival.
Trabajo de junior estival desde que mi papá se inició en las arduas arenas del comercio. Casi 10 veranos limpiando y armando vitrinas, haciendo colas en el banco, pagando patentes municipales, enviando encomiendas, atendiendo al respetable, etc. Es una de las cosas que más me gusta del verano, aunque suene extraño.
Estoy muy acostumbrada a los sucesos raros en mi vida durante el trabajo de junior estival, pero el dieciocho de febrero la embarró: Partió la jornada caminando en dirección al banco, pajaroneando como siempre. Me despabilé de pronto con lo gritos que lanzaba un pelmazo a su tontona polola por celular: “Hasta cuando me llamai’ por la chxxxa, soi’ ma’ agxxxxxda…déjame respirar, dale tiempo a esta caxxda”. Ahhhhhhh! Suspiré de amor y mientras pensaba que me había encontrado con el deja vú de Armando Manzanero un tipo medio acongojado chocó conmigo, cayéndosele de las manos una carpeta llena de papeles. De sapa me fijé en uno que era la cuenta de VTR : doscientos ochenta y seis mil pesos. Problemas de comunicación al menos no tiene. Luego en el banco una ejecutiva de cuentas se rascaba con mucho entusiasmo el trasero mientras Don Juan (así por lo menos deduje de su polera de “soy un don juan") le pegaba con similar entusiasmo a la maquina de consulta de estados de cuenta por no leer su tarjeta. Después fui a la municipalidad y al mismo tiempo que hacía la cola para pagar la patente comercial del bolichito una niñita sin dientes me sacaba pica con un helado, feliz de haber logrado que a las diez de la mañana su madre le concediera ese deseo de vainilla y chocolate.
Por la tarde debía ir a dejar los libros de compraventa donde la contadora, pero esta vez tomé un atajo y me encontré con el cumpleaños infantil más raro de la historia (sin contar el de los hijos de los Rolling Stones ) era en un bar, lleno de juguetes, serpentinas, dulces y chelas. Una locura.
Una locura que no parara el 3 de Marzo, por que en la escuela suceden los episodios más extraños de la tierra. Historias no faltaran.