Clemente interpreta a un secundario erudito en un rincón del patio del colegio, con el fin de advertir de reojo cada movimiento de la Negra. Su Negrita. La Negrita de su corazón.
La Negra, linda y fatal, camina ligero meneando sus caderas hacia el kiosko donde la fila de espinilludos adolescentes dispuestos a financiarla con la Tía Rosa es innumerable.
Gracias, Pedro. Muchas Gracias, Gómez. Muy lindo, Alvaro.
Clemente actúa que es feliz, que no muere de celos, mientras Su Negrita regala besos, saludos y sonrisas a todos, incluso a él, de vez en cuando y de cuando en vez.