Es impresionante como con el tiempo la cantidad de personas con la peculiar capacidad de escuchar atentamente al otro va disminuyendo. En mi vida son individuos que puedo contar con una mano (sobrándome dedos). Pocos, sin duda, pero que se han transformado en pequeños ángeles que se entregan a mi disposición, importando absolutamente nada todo lo que puede estar atándolos en ese momento. Idóneos para escuchar mis arrebatos, llantos, amores platónicos, música, estupideces y por sobre todo la infinidad de caprichos que pueda llegar a tener. Es que si hay un problema que yo no tengo es el miedo de dejar ver mi corazón. Jamás guardo mis emociones, y si se me ocurre hacer el intento exploto igual.
Mi visión del asunto es considerar difícil lograr esa aptitud y más complicado aún conseguir desarrollar ese sentido a cabalidad, ya que ¿¿cuántas veces hemos hablado con gente que aparentemente sigue fielmente nuestro relato pero al terminar lo expuesto sigue con otro tema?? Ese es un clásico del interés disfrazado. El verdadero “oído” es capaz de hilar lo dicho tratando de ofrecer las palabras más atinadas posibles al tema en cuestión. (Conste que dije “atinadas” y no “brillantes”)
A continuación ejemplificaré una de las ideas a las que me refiero en el párrafo anterior:
“Rodolfo: Te llamaba por que siento que algo me aprisiona la garganta, un peso en el pecho, algo como en mi alma…
Amiga de Rodolfo: Y ¿cómo que sería?
Rodolfo: No lo puedo explicar muy bien. Es una especie extraña de sentimiento que me ha hecho llorar la noche entera. Puse un disco que no escuchaba de la época del colegio y fue para peor. Estoy que exploto en emociones…
Amiga de Rodolfo: mmmmmmm…
Rodolfo: ¿Entiendes a lo que me refiero?… Pienso que es melancolía extrema.
Amiga de Rodolfo: ¡Que lata, Rodolfo!
Rodolfo: No, no creo que sea tan “lata” como dices tú…incluso me inspiré y escribí un artículo para mi blog.
Amiga de Rodolfo: bacán. Ya, no estés triste.”
En ésta situación, tal vez Rodolfo no necesitaba más que ser escuchado, ya que lo que le pasaba era tan personal y tan difícil de entender que cualquier opinión serviría de nada. En ese contexto en particular la amiga actuó bien, acotando sonidos y frases para el bronce como el habitual: “mmmmmm” y el trillado: “Ya, no estés triste”. Pero, ¿Y si Rodolfo quería oír algo que atenuara el incesante burbujeo de sus emociones? Si hubiese sido así, debió haber llamado a otra amiga o simplemente haber conversado con su almohada (que no diría menos que lo que pudo decir su amiga y por último no lo dejaría con la sensación de que nadie lo entiende)
Conclusión: Como siempre, todo es relativo, todo depende de lo que en ese momento halla querido Rodolfo, pero sin duda que en las dos opciones de lo que podría haber esperado le hubiese calzado perfecto unas cuantas frases acertadas sin tener por qué ser éstas de una ocurrencia extrema. Quizás un “Pucha, amigo. Tu siempre tienes esa especie de arrebatos que no tienen por que mantenerte inquieto, al contrario, tienes que aprovecharlos y poner tus palabras al servicio de lo que sientes…escribe lo que más puedas, así también aprovechas de desahogarte”. Genial, ¿no? Una elocución sin mayor dificultad que resulta ser precisa para la ocasión. Pero si como yo tienen el problema de que por más intento que hagan no pueden decir algo, el honesto: “Amigo, en serio que no sé que decir, pero quiero que sepas que igual soy capaz de escucharte. Pienso que hay veces en que el silencio puede llegar a decir mucho, perdona si no es lo que esperabas.” puede cambiar las cosas. Pero la idea es decirlo de corazón no como frase salvadora del momento.
En fin, cada uno puede hacerse participe de la historia del otro como se le plazca, pero la idea es que el graneado gentío realmente gravitante para nuestra vida se de cuenta que no somos meros entes pensantes, si no que también podemos internarnos y compartir su antojadiza novela.
Mi visión del asunto es considerar difícil lograr esa aptitud y más complicado aún conseguir desarrollar ese sentido a cabalidad, ya que ¿¿cuántas veces hemos hablado con gente que aparentemente sigue fielmente nuestro relato pero al terminar lo expuesto sigue con otro tema?? Ese es un clásico del interés disfrazado. El verdadero “oído” es capaz de hilar lo dicho tratando de ofrecer las palabras más atinadas posibles al tema en cuestión. (Conste que dije “atinadas” y no “brillantes”)
A continuación ejemplificaré una de las ideas a las que me refiero en el párrafo anterior:
“Rodolfo: Te llamaba por que siento que algo me aprisiona la garganta, un peso en el pecho, algo como en mi alma…
Amiga de Rodolfo: Y ¿cómo que sería?
Rodolfo: No lo puedo explicar muy bien. Es una especie extraña de sentimiento que me ha hecho llorar la noche entera. Puse un disco que no escuchaba de la época del colegio y fue para peor. Estoy que exploto en emociones…
Amiga de Rodolfo: mmmmmmm…
Rodolfo: ¿Entiendes a lo que me refiero?… Pienso que es melancolía extrema.
Amiga de Rodolfo: ¡Que lata, Rodolfo!
Rodolfo: No, no creo que sea tan “lata” como dices tú…incluso me inspiré y escribí un artículo para mi blog.
Amiga de Rodolfo: bacán. Ya, no estés triste.”
En ésta situación, tal vez Rodolfo no necesitaba más que ser escuchado, ya que lo que le pasaba era tan personal y tan difícil de entender que cualquier opinión serviría de nada. En ese contexto en particular la amiga actuó bien, acotando sonidos y frases para el bronce como el habitual: “mmmmmm” y el trillado: “Ya, no estés triste”. Pero, ¿Y si Rodolfo quería oír algo que atenuara el incesante burbujeo de sus emociones? Si hubiese sido así, debió haber llamado a otra amiga o simplemente haber conversado con su almohada (que no diría menos que lo que pudo decir su amiga y por último no lo dejaría con la sensación de que nadie lo entiende)
Conclusión: Como siempre, todo es relativo, todo depende de lo que en ese momento halla querido Rodolfo, pero sin duda que en las dos opciones de lo que podría haber esperado le hubiese calzado perfecto unas cuantas frases acertadas sin tener por qué ser éstas de una ocurrencia extrema. Quizás un “Pucha, amigo. Tu siempre tienes esa especie de arrebatos que no tienen por que mantenerte inquieto, al contrario, tienes que aprovecharlos y poner tus palabras al servicio de lo que sientes…escribe lo que más puedas, así también aprovechas de desahogarte”. Genial, ¿no? Una elocución sin mayor dificultad que resulta ser precisa para la ocasión. Pero si como yo tienen el problema de que por más intento que hagan no pueden decir algo, el honesto: “Amigo, en serio que no sé que decir, pero quiero que sepas que igual soy capaz de escucharte. Pienso que hay veces en que el silencio puede llegar a decir mucho, perdona si no es lo que esperabas.” puede cambiar las cosas. Pero la idea es decirlo de corazón no como frase salvadora del momento.
En fin, cada uno puede hacerse participe de la historia del otro como se le plazca, pero la idea es que el graneado gentío realmente gravitante para nuestra vida se de cuenta que no somos meros entes pensantes, si no que también podemos internarnos y compartir su antojadiza novela.