25 abril 2008

.: No fue más que una bengala perdida :.


Hace dos años me inventé una historia de aquellas. Me acostaba y me levantaba pensando en ella, alimentando la ilusión de que alguna vez, todos los párrafos se reunirían conformando esa reseña capaz de cambiar el natural curso de las cosas.
Pero no hablo precisamente de una novela…

Me refiero a todas esas veces que evitamos la realidad protegiéndonos con quimeras que a la larga nos hacen más mal que el cable que podría tirarnos hacia la tierra.
Mi mente imagina y da por hecho que situaciones o personas específicas son de una determinada forma, bastante improbable, idealizando e idealizando hasta el colmo, sin medir reparos.
Idealizar ya me resulta inherente, es mi esencia, pero ayer todos los neurotransmisores de néctar que actúan en mis sinapsis provocaron que me trasquilaran el alma.

La situación que con más adornos estaba establecida en mi cabeza se concretó, luego de años, pero resultando una bomba neutrónica que no dejó nada. Caí duro ante el enemigo, me venció fácilmente traspasando con una estaca mi corazón, dándole dos vueltas y retirando su arma.

Por un momento pensé en que lo mejor hubiese sido no materializar nada, pero el sopetón estaría latente de todas formas, aumentando sus proporciones…Si llevaba dos años creyendo en un cuento y sentí la conclusión de este como una pesadilla, en tiempo más pasaría a la historia con algún tipo de demencia.

Y sólo tengo dos opciones:
Primera opción: Cortar los hilos celestiales que manejan mis actos.
Segunda opción: Resguardarme con más sueños aún.

Muy complejo el destino para mí. Puedo soportar la lejanía pero me tensa lo ininteligible, por eso me cuesta tanto no crear mundos propios en donde las leyes de la vida las rija yo... De los aterrizajes fortuitos que te descompesan por incalculables períodos de tiempo mejor ni hablar eso sí.

20 abril 2008

No soy atea

(Nota: Las líneas que está pronto a leer no procuran ser evangelizadoras ni tienen la misión de cristianizar almas. No tienen pretensiones católicas, apostólicas, protestantes, musulmanes, ni nada. Lo que sí ambicionan es algún tipo de amparo para las opciones de la autora que en ocasiones son tan menoscabadas)

Bien. No soy atea.
No soy atea por que creo.
Creo en el sol, en la luna, en lo verde, en el destino y en Dios.
En este último principalmente.
Tengo mis motivos…
Es que no puedo no sentir un milagro cada vez que sobrevivo ante mis intempestuosas cruzadas de calle,
cuando duermo en el bendito colchón que está en ese catre antiguo que mi madre restauró,
cuando me invade la tranquilidad al momento de luchar contra el hermetismo materializado que más intranquilo podría poner a alguien,
cuando sin salir del asombro observo como inexorablemente avanza el tiempo siempre a mi favor,
cuando se renueva mi vida cada vez que hay cúmulos de cenizas impidiendo que los días sean claros como casi siempre lo son,
cuando me percato de toda la poesía que me protege como un ejercito de este planeta de androides…

No me siento imbécil.
Sólo creo que semejantes regalías para esta simple hoja que sigue la dirección del viento únicamente provienen de una Forma Azul que enfoca sus rayos de bondades transformando la materia que me conforma en su película de proyección.

Y mientras redacto estas últimas líneas en mi defensa percibo como el fuego de la chimenea se está consumiendo. Siento escalofríos, por que la temperatura es baja, pero seguramente no volverá a arder por más que implore plegarias al cielo ya que resultarían meros caprichos de una chiquilla bastante antojadiza… Sin embargo está latente en mi corazón la certeza de que de una u otra forma, en el mismísimo momento en que el sol se nuble y la luna estalle, aparecerá un dulce alquimista con un elixir eterno que actuará como el agua que realmente saciará mi sed verdadera.

12 abril 2008

Salvemos colores!


Mientras el vecino de atrás carretea como si algún chamán hubiese pronosticado que mañana se acaba el mundo, encuentro refugio en un par de parlantes, que logran aislarme de la euforia, los gritos y del ritmo de moda. No me queda otra que quedarme despierta (creo que sería bastante difícil dormir con semejante jolgorio, pero al menos me sirve para navegar en las lagunas nocturnas antes de que aparezca el rey sol) Y mi mente encalla en el puerto que está cambiando la forma de avanzar por mi destino.

Cuando inherentemente (ya sea por codicia, ansias de buena fama o reconocimientos) la responsabilidad ante las deudas burócratas domina las acciones se hace difícil dejar de lado los compromisos aquí en la tierra. No podría emitir alguna opinión certera de si es algo bueno o malo, pero de que desgasta no hay dudas. La corrosión se hace inevitable al posponer la vida por la locura de lo que durará sólo un instante.
Si cumplimos ese tipo de compromisos podríamos ser exitosos y acumular triunfos. Lo malo es que estas reservas se salvaguardaran en un lugar que tiene los días contados…El mundo está que explota, bien poco importan los inmensos logros materiales, los depósitos en las cuentas corrientes, los grandes puestos de trabajo, el éxito y la fama.

El año pasado me toco a mí sentir lo damnificado que puede quedar un cuerpo al intentar dar las mismas vueltas que da el mundo. El excesivo estudio, la preocupación académica extrema y las cargas horarias que no aguanta un ser normal me dejaron para una historia digna de Necrópolis. Un desequilibrio preocupante que erosionaba mi mente y mi corazón al no querer como destino el “fracaso ilustrado” (tipo de fracaso relacionado con lo estudios) De a poquito mi corazón se descompensaba.
Siempre me dediqué mucho a estudiar pero el año 2007 me cobró los préstamos con unas grandilocuentes tasas de interés por que sumó preocupación, angustia en extremo (cayendo en la demencia) y responsabilidad magistral.
Este 2008, al recapacitar en todas las cosas y momentos que perdí por lo preocupada, angustiada y responsable, opté por vivir más que por cumplir. Si bien decidirlo no fue fácil, menos fácil ha resultado que mi muro de batalla (con todos los lamentos expiados) realmente me proteja de las emboscadas.
“> Profesor-le dije a mi docente de mesón- ésta obturación (tapadura) no me resultó-y solté una risita de resignación. (Cumplir los asuntos cuadrados con humor se transformó en mi trinchera más poderosa)
>Eso pasa por que te tomas todo a la chacota-me dijo él.
>Pero, profesor, es mi primera obturación, no me voy a poner a llorar- me defendí.
>Si po, claro-ironizó-Si te va mal en la prueba no va a ser culpa mía.”
A partir de ese día me quedó claro que cualquier intento de proteger mis banderas de colores sería una constante lucha contra los ejércitos que reciben órdenes desde el juicio y la razón.

Si nuestras motivaciones fuesen de otra naturaleza sería valorable luchar por cumplir con los compromisos. Pero en este caso, eso no va. Nos preocupa el no recibir coronas de laureles más de lo que podría preocuparnos que se carcoman las emociones que conforman el espíritu, que es lo realmente volará al cielo con las demás almas que si supieron distinguir lo que vale de lo que no vale tanto.

04 abril 2008

Por esa vieja loca que es el amor



Si se nos extravía el amor y los deseos de perdonar, perdemos en definitiva la sustancia de la vida. (De hoy en adelante ni se imaginan como defenderé esa premisa)

Por estos días he vivido un montón de situaciones imposibles de calificar con algún adjetivo. Situaciones que me han tornado a una susceptibilidad increíble de la que logré concluir que andar con odios y rencores a éstas alturas, en el que el mundo no da de convulsionado, egoísta, competitivo y estresado simplemente es insensato. No pienso dejar de lado ese sol que le cuenta historias al cielo, esa luna que le coquetea a la oscuridad por cosas que honestamente ya no van ni vienen.

Yo solía ser la mujer-power, que no perdonaba errores. Si bien al cabo del tiempo dejaba pasar todo, la espinita seguía punzando inconcientemente, impidiendo dejar fluir con verdadera honestidad el torrente de emociones, ya que esas fallas se transformaban en bloqueos absolutos de cualquier forma de espontaneidad. El rencor de cierta forma mecanizaba mis actos.
Seudo perdonaba rapidito, para evitar burocracias, pero las sombras tapaban los giros del cosmos al no existir la verdadera intención.

Pero alguien decidió salvarme. Dios intervino en mi destino de la forma más extraña; haciéndome testigo de las secuelas que puede contraer el que un alma, de un día para otro se eternice en el universo, el desenlace de lo dicotómico; una bella expedición en la purulenta tierra. El final al que todos llegaremos algún día, lo único realmente democrático y al presenciarlo me sentí tan desprotegida, tan a la deriva que algo clickeó en mi cabeza, pero en vez de fatalizar concluí que sería de una esquizofrenia significativa el no preferir que nuestros latidos estén impulsados por esa vieja loca que es el amor que en lo más general de sus implicancias, requetecontra somera, si existe verdaderamente, una de las tantas cosas que se inhibe es el rencor.

Si nos impulsan los rencores y los odios, los únicos que restan puntos de alegría a nuestra exploración somos nosotros.

El tiempo es hoy. Y hoy, gracias a esa alma que se elevó y que ahora es un ángel, me enamoré de la vida. Quiero compensar todas esas caídas. Quiero que las flores que ahora me sonríen les sonrían a todos. Quiero compartir los colores que en estos momentos dibujan y desdibujan mi andar. Quiero que las sonrisas no se despinten de nuestras caras. Quiero que de una buena vez dejemos de contenernos en este sistema que tilda de locura cualquier instante fugaz de dejarse llevar por esto que late tan fuerte, que nos hace sentir tan vivos.

Con el perdón se gana tranquilidad, se evaporan las presiones y hasta el andar resulta más ligero. Se eleva nuestro espíritu a una dimensión gigantescamente pura. Amando trascendemos, dejamos huellas en las personas y en la historia. Así de simple y llano.