21 enero 2013

Adiós, Messenger.


Y se acabó la era MESSENGER. A partir de marzo de este año ya no existirá la plataforma de contacto socio-virtual más piola que ha existido y que existirá. Donde con tan solo una foto de avatar tenías la misión de mostrar al resto tu visión sobre algún aspecto de la vida. Donde el acto de “psicopatear” se reducía sólo a una conversación haciéndote pasar por otra persona.

Mark Zuckerberg con su FACEBOOK, además de hacer más fácil la tarea de poner el gorro, espiar al “ex” o a las “ex” del actual, también acabó con la vida de MSN y con eso, al menos para mí, con la personalidad jurídica que tenía en las redes sociales. Como nostálgica de siempre y a la vez como una desadaptada social, no tengo ni FACEBOOK, ni TWITTER. Lo único que aceptaba era MSN y ahora me lo cierran.

Atrás quedaron los eternos intercambios virtuales de puntos de vista con Camilo, las conversaciones de música y películas con David, las ideas sobre el cuento que escribimos con Diego, las peleas con mi ex…

¿Qué me queda?

Muchos pensarán “esta mina está loca, que se haga un perfil de FACEBOOK y listo”. Pero yo no creo que sea tan fácil. Sobre todo para mí, que soy tan arisca con el ciberespacio.

Deberé permanecer escribiendo en algún rinconcito de HOTMAIL o Gmail, esperando que, ya no casi de forma instantánea, me responda alguno de mis interlocutores.

Si tan sólo no tuviera siempre tantos deseos de conversar….

13 enero 2013

Ahh!, la vida...


Ahora que lo pienso, cada seis años de mi vida me está ocurriendo un evento extraño.

A los 8 años descubrí un cofre debajo de un camarote en la tétrica casa de mi abuela en el Cajón del Maipo. Un cofre metálico cerrado con candado. ¿La llave?, los fantasmas que penaban constantemente habrán sabido, pero yo no la encontraba por ninguna parte. Como todo niño me mataba la curiosidad, así que en un ataque de ansiedad la lancé con toda la fuerza que daban mis flacos brazos de entonces contra la escalera de piedra que permitía el acceso a la casa de mi abuela. Por fin el cofre se abrió. ¿El tesoro contenido en su interior? Dos unidades del  famoso chicle Miti-Miti.

A los 13 años  y en el estado más nerd de mi vida, el niño más popular del colegio se declaró, frente a todo el curso, perdidamente enamorado de mí. Siempre he sido nerd, pero en esos años era tan, pero tan nerd, que el mismo niño popular le preguntaba ultra acongojado a los profesores si científicamente existía la posibilidad de que un niño como él pudiera haber puesto sus ojos en una niña como yo. Esa onda.

A los 19 años en una feria del libro usado, un pomposo caballero se me acercó preguntando cual era la fecha de mi cumpleaños. “¡Qué coincidencia!”, pensaba yo, mientras le contaba que el día siguiente era tal fecha.  A lo que el caballero dijo “ Entonces el libro que tiene en sus manos es mi regalo de cumpleaños”. La Naranja Mecánica, de Anthony Burgess, es sin duda el libro que llegó a mi mini biblioteca de la forma más extraña.

Y ayer, a mis 25 años, subí al colectivo con mi hermana y su pololo. El conductor, lejos de bombardearnos con el perreo intenso, cortándose la venas con la FMDos o recordando los 80’, armonizaba los trayectos escuchando Jazz. La música me sonaba conocida, pero dudaba. ¿Qué estamos escuchando, señor?, le pregunté al conductor. “Chick  Corea”-me respondió-“Siempre lo escucho, también a Herbie Hancock. Le gusta el Jazz, señorita?”, “¿y el Funk?”, “¿y el Bossa Nova?”. “Mire acá tengo a Paulina Lima, María Bethania… Acá tengo unas inéditas de Frank Sinatra…” Cada disco que nos empezó a mostrar de SU colección personal era como sacado de MI colección personal. Nunca, en todos estos años de gente, me había encontrado con alguien tan afín musicalmente. “¿Y usted por qué sabe tanto de música?”, pregunté absorta. “Es que soy baterista”-me respondió- “A mis 55 años no pierdo la fe de formar una banda con un amigo, una banda de jazz, pero de las buenas. ”