13 enero 2013

Ahh!, la vida...


Ahora que lo pienso, cada seis años de mi vida me está ocurriendo un evento extraño.

A los 8 años descubrí un cofre debajo de un camarote en la tétrica casa de mi abuela en el Cajón del Maipo. Un cofre metálico cerrado con candado. ¿La llave?, los fantasmas que penaban constantemente habrán sabido, pero yo no la encontraba por ninguna parte. Como todo niño me mataba la curiosidad, así que en un ataque de ansiedad la lancé con toda la fuerza que daban mis flacos brazos de entonces contra la escalera de piedra que permitía el acceso a la casa de mi abuela. Por fin el cofre se abrió. ¿El tesoro contenido en su interior? Dos unidades del  famoso chicle Miti-Miti.

A los 13 años  y en el estado más nerd de mi vida, el niño más popular del colegio se declaró, frente a todo el curso, perdidamente enamorado de mí. Siempre he sido nerd, pero en esos años era tan, pero tan nerd, que el mismo niño popular le preguntaba ultra acongojado a los profesores si científicamente existía la posibilidad de que un niño como él pudiera haber puesto sus ojos en una niña como yo. Esa onda.

A los 19 años en una feria del libro usado, un pomposo caballero se me acercó preguntando cual era la fecha de mi cumpleaños. “¡Qué coincidencia!”, pensaba yo, mientras le contaba que el día siguiente era tal fecha.  A lo que el caballero dijo “ Entonces el libro que tiene en sus manos es mi regalo de cumpleaños”. La Naranja Mecánica, de Anthony Burgess, es sin duda el libro que llegó a mi mini biblioteca de la forma más extraña.

Y ayer, a mis 25 años, subí al colectivo con mi hermana y su pololo. El conductor, lejos de bombardearnos con el perreo intenso, cortándose la venas con la FMDos o recordando los 80’, armonizaba los trayectos escuchando Jazz. La música me sonaba conocida, pero dudaba. ¿Qué estamos escuchando, señor?, le pregunté al conductor. “Chick  Corea”-me respondió-“Siempre lo escucho, también a Herbie Hancock. Le gusta el Jazz, señorita?”, “¿y el Funk?”, “¿y el Bossa Nova?”. “Mire acá tengo a Paulina Lima, María Bethania… Acá tengo unas inéditas de Frank Sinatra…” Cada disco que nos empezó a mostrar de SU colección personal era como sacado de MI colección personal. Nunca, en todos estos años de gente, me había encontrado con alguien tan afín musicalmente. “¿Y usted por qué sabe tanto de música?”, pregunté absorta. “Es que soy baterista”-me respondió- “A mis 55 años no pierdo la fe de formar una banda con un amigo, una banda de jazz, pero de las buenas. ”

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