14 marzo 2011

Avenida Gorlero

“…Yo soy un vicio más.
En tu vida soy un vicio más.
¿Por qué no me dejás,
Si es qué soy tan sólo un
Vicio?
Tu vicio.”
(Tu Vicio, Charly García.)

Uruguay.
Luciano está parado afuera de su recientemente inaugurada parrillada en Avenida Gorlero, esperando que algún lugareño o turista entre a su milonguero lugar de carnes. Una extranjera de paso por la playa lo divisa a lo lejos. Ella es la Charruíta Express, quien tiene la oportunidad de verlo muy seguido, ya que su hotel está a la pasada de su parrillada, por lo que Luciano empieza a ser un personaje bastante cotidiano en su estadía que concluye en una semana más.

La Charruíta Express es originaria de San José, Costa Rica, donde tiene fama de bruja. Cualquier cosa que un día caprichosamente se le ocurre poseer lo consigue forjando conjuros que lanza a la luna en las tibias noches de San José. Fue de esta forma como consiguió trabajo, un sueldo estratosférico, un Chrysler negro…Como a final de cuentas consigue todo lo que quiere. Pero a pesar de ser media bruja y loca, no tiene personalidad esquizoide y no se obsesiona fácil, pero el psicopatear a Luciano se ha transformado en un hábito estival que ya le está haciendo mucho daño. A estas alturas ni siquiera se va a bañar a la playa o a despilfarrar dinero en el cuasi mall de Valentino. En vez de eso, va cada atardecer a la parrillada de Luciano.
Y Ahí está Luciano, con su camisa roja y sus pantalones negros ceñidos. Sonríe sin cansarse, coqueto y fascinante con cada alma que merodea el lugar. Sin darse cuenta de que la Charruíta Express ya es cliente frecuente, la hace pasar, atendiéndola sin distinción alguna, pero con esa seducción tan propia de las charrúas.
- ¡Aquí tiene la carta, señorita!- le dice Luciano, con una voz grave y levemente dispersa.
- No se preocupe, ya tengo listo lo que voy a pedir. - se apresura en decir la Charruíta Express.
- Me decís, que te anoto enseguida.
- Quiero una parrillada sin mollejas y algún vinito Tannat, que queda a tú criterio, pero antes de irte dime, ¿qué escuchamos?- pregunta la Charruíta, intrigada por el sonido de unos instrumentos que en San José no se escuchan.
- Escuchamos tango. “Otros Aires” es el grupo. Es electrotango argentino- le responde entusiasmado Luciano- ¡Ya! En seguida traigo su orden.
En ese momento la Charruíta no se aguanta más. Quiere conseguir a Luciano rápido. Esa misma noche. Después de pagar mira intensamente a los ojos de ese Luciano que tiene las horas contadas: en los próximos instantes será propiedad de la Charruíta Express.

Así que corre a la playa. Conjura a la luna de medianoche como allá en San José.
Se despierta a la mañana siguiente con mucha ansiedad. Camina rápido hacia la avenida. Divisa a Luciano tal como siempre, sin embargo percibe algo extraño. Nada ha cambiado en él, pero cuando la Charruíta pasa por su lado y le pregunta a qué hora abre la parrillada, la respuesta es un cotidiano “a las ocho”, como si ella fuese una más de toda la larga fila de turistas que lo cargosean a diario. Si su conjuro hubiese tenido efecto, este la habría desvanecido entre sus brazos. Se pregunta que pudo haber fallado. Antes había enamorado a muchos mediante éstos métodos allá en San José…

Pero lo que nadie sabe es que en la Avenida Gorlero no manda ni la luna, ni la magia, ni la Charruíta. Manda el tango milonguero y sólo sucede lo que pretenda su inefable bandoneón. Así que la Charruíta Express deberá aprender que la vida es una milonga que hay que saber bailar.