21 marzo 2007

Antes de tramitarme... (lo que pasó)

El reloj despertador comienza a hacer ruido.
Separo escrupulosamente los ojos.
Corro la cortina, abro la ventana para verificar el grado de acierto de la Dirección Metereológica de Chile en el pronóstico del día que tanto alardean en su página web. “¡Uuuy!, le achuntaron”, pienso.
Ágilmente bajo las escaleras para conquistar el lugar número uno en la ducha, tan sólo para no atrasar mi andar. Me visto, cargo mi MP3 player con misiles musicales y saco una caja de leche del refrigerador.
Camino con pequeños pero firmes pasos hacia el paradero. La “5” es la única que me sirve pero no tarda en pasar. Subo las escaleritas. Le pago al chofer. Saludo a los papás de un ex compañero de colegio dirigiéndome, simultáneamente, a algún asiento desocupado. Para mi alegría en el fondo del transporte hay un lugar, quizás reservado, esperándome. “¡Perfecto!, ¡al lado de la ventana!”.
Mi viaje entonces principia, de la mano de Yann Tiersen. (Inspirador acompañante).
¡La ciudad ha despertado! Mis ojos se hipnotizan observando como la gente transita apurada con destino a quien sabe donde. Los obreros de la construcción afanan, mirando a una que otra transeúnte con divinas proporciones. Me río. En las plazoletas unos pocos colegiales posiblemente capeando clases. Unos cuantos pololos desayunando besos apasionados y un par de borrachitos, seguro que con la tremenda resaca.
No demoran en subir los universitarios. Unos se sientan alegremente, otros, cargados hasta los tuétanos, buscan taciturnamente algún puesto disponible. Uno de los pasajeros de éste último tipo me llama la atención. Curiosamente, este extraño personaje, se sienta a mi lado, y su cara apesadumbrada me perturba hasta los huesos. Lo miro, insolentemente y sus ojos, apunto de estallar en goterones lacrimógenos, me invitan a pensar en un supuesto grave problema personal (como obvio, ¿no?) Se me ocurren unas palabras para emitir, pero descarto al instante la idea ya que uno nunca sabe que es lo que en verdad se quiere en esos momentos. Me desligo del tema.
Sigo arriba de la micro, pegada a la ventana, sin perder de vista a este tan llamativo Talca mañanero y en seguida aparece una graciosa señora de moño atado con un luminoso pinche rojo, buscando desesperada algo. Mira para todos lados, pero no lo encuentra. Tal vez anda en busca del “Boliche del Repuesto” que está localizado a unos cuantos pasos más allá (pero ella aún no lo sabe). Por detrás aparece un niño que corre tras una mariposa que de seguro escapa del incesante ruido de los maniáticos conductores. Un señor pelea con otro. No es que los escuche, pero sus facciones arrugadas me hacen cavilar tal cosa. Una niñita pecosa con dos largas trenzas me sonríe. Sonrisa devuelta por una mía que fácilmente se me dibuja en la cara.
Ahora me detengo en las construcciones, específicamente en una que ocupa un sitio en la 11 oriente y está a la venta. De pequeña que me imaginaba que era un “Puticlub”, una antes famosa casa de remolienda, cuyas féminas tenían mil y una historias para contar. Según yo, ellas, vestidas con majestuosos trajes, debían hacer pasar a sus clientes por la escalera y llegaban a un gran salón, donde sonaban constantemente las teclas de un piano viejo. Las piezas de más arriba las ocupaba la más soberana de todas, especie de una insuperable “Doña Isabel” de algún Hernán Rivera Letelier. Aunque no lo pude creer por mucho tiempo. Mi fantasía se extendió hasta que mi adorada mamá me contó que esa imponente casona sólo fue una fome y aburrida farmacia, muy popular en sus años.
No paro. Me mantengo avanzando sobre las exuberantes ruedas del medio en el que me movilizo, aunque el recorrido se debe desviar por la modernización, ustedes saben, estacionamientos subterráneos que no podemos dejar de tener en momentos en los cuales se quiere demostrar que Chile si que es uno de los jaguares de Latinoamérica. Bueno, pero sin pasar más de veinte segundos todo vuelve a como era de costumbre.
Ya casi concluye mi travesía. En unos dos paraderos más me tendré que bajar.
Llegué. La universidad sigue igual. Los niños pudientes llegan en autos, con anteojos de sol (a pesar de las muchas nubes que impiden que el sol brille) con tenidas nuevas y un gesto de complacencia en sus rostros. Por ahí va un despectivo doctor que al año pasado me hizo clases, unos cuantos niños de años más avanzados con sus trajes blancos y sus cajitas con instrumental clínico. “Mal comienzo para mi corta jornada de papeleos”, me digo y para subir mi tantito menoscabado ánimo cambio de monaguillo musical. Ahora es mi inconmensurable amor quién me dice que la corte, que no exagere, que no sea tan drástica.
Saco mi libretita de notas para apuntar tonteras varias, pero arriba al instante la compañera con la que lucharemos durante la mañana en contra de la burocracia que se necesita para poder estudiar.
Chau!, es mejor empezar luego, antes que el tiempo se nos consuma.

17 marzo 2007

Entrancesocial

¿Cuántos políticos no nos han dicho en sus histriónicas arengas que la educación es la plataforma irrefutable para el desarrollo de las personas y por ende del país?
De inmediato se me viene a la cabeza la presidenta Bachelet que repetía incesantemente la palabra “educación” en sus discursos políticos en pos del cargo de “Jefe de la Nación”.
Y razón tiene. Detesto a los políticos pero el concepto del rol de la educación en el país está correcto en hipótesis…aunque se quedan ahí, en la pura palabrería. Pero no quiero despilfarrar las letras hablando de gente tan poco “gente” como son los políticos, la idea del post es algo de lo que ciertamente vale la pena escribir.

La tarima de una persona es su niñez. La mayor parte de los acontecieres que vivimos de niños determinan nuestra futura personalidad (científicamente comprobado) y también lo que nos podrían deparar años ulteriores. Un niño ignorante, de familia indocta (por este motivo habitualmente de escasos recursos) no será capaz de romper el famoso círculo de la pobreza. Se quedará estancado, pensando tal vez en por qué Dios lo puso en esta vida, si lo único que hace es padecer una interminable lista de incomodidades, partiendo esencialmente por el hambre. Entonces, no hay que ser un magistral sociólogo de quien sabe que universidad extranjera para poder dar como solución ante tal inaplazable problema la educación. ¡Sí!, la misma de la que hablan la jauría de políticos chilenos, pero que en vez de consignar a ella unos cuantos milloncitos más en función de su mejora, prefieren destinarlos para pagar sueldos fuera de orbita a conservadores de bienes raíces.

Los niños siempre me han llamado enormemente la atención, es más, creo que en muchas ocasiones les he brindado un espacio en mi blog trazando líneas en su honor. Son tan perceptibles, tan abiertos a recibir conocimientos que es ese el blanco al cual hay que disparar.

Todos los niños tienen el derecho de estudiar, en teoría (todo es en teoría en este país) aunque no todos pueden hacerlo. Algunos deben afanar para tratar de ayudar, con un atisbo que sea, a sus pocos beneficiados padres. Ese es el pequeño que se quedara en las mismas, a no ser que venga un multimillonario (en Chile hay cuatro de los ochocientos hombres más adinerados del planeta) y decida mantenerlo por siempre. Probabilidad casi nula, por lo que la palabra “Aprender” nos da señales de que por ahí es el sendero correcto. Sin embargo, según mi perspectiva del universo, ilustrarse “académicamente” no es todo en la vida.
Hay incontables colegios y a la mayoría de ellos no es tan difícil acceder, pero no todos los directores de escuela y profesores tienen esa visión de formar más que entes pensantes (que sin duda es de una relevancia absoluta y por donde seguramente el niño de mala situación económica encontrará el camino para salir de su actual condición) a verdaderas y autenticas PERSONAS. Eso es un complemento, algo muy difícil de distanciar. La educación debe tener muy presente ese escenario y tiene que ser capaz de integrar los conocimientos con los valores. Los establecimientos educativos tienden a creer que la parte de real formación de personas como tales está a cargo de la familia. No se encuentran muy alejados de cómo tienen que ser en verdad las cosas pero ¿qué pasa con el pequeño que no ve en todo el día a su papá y a su mamá por que éstos trabajan?, “que lo críe la nana”, muchos pensaran, pero ¿si no tiene nana, y es él que debe cuidar a sus hermanos menores o en el peor de los casos, no tiene padres y vive con sus tíos de allegado con la suerte de que al menos lo mandan al colegio? Ese pobre pequeño tendrá que idear por sí mismo una correcta manera de enfrentar la vida, de repente por leves corazonadas, por instintos, por actitudes que percibe a su alrededor, que sé yo, cuando es aquí que la dualidad valórica/educativa de un centro educacional debe tomar las riendas del asunto. Los profesores, más que acumulo de conocimientos, deben transformarse en individuos sabios capaces de crear en sus alumnos conciencia de la radiografía del mundo, de cómo es éste efectivamente. No puedo negar que un niño que sólo capta información logre en el futuro un cimiento para su estabilidad económica, pero si falló el aprendizaje de cómo ser sujetos verdaderamente humanos no hay vuelta que darle, con altas probabilidades ese impúber tan abierto al mundo tiempo atrás se transformará en un tirano.
Lo substancial además, aparte de lo anteriormente expuesto, es que comprendan las cosas de otra manera, no cómo lo hace el común de los hombres, si no realzando lo que realmente les llena el espíritu. Acción que puede conseguir la música, la poesía, el dibujo, la danza, etc. Los colegios tienen que tener el discernimiento de que eso satisface el alma. Lógicamente entonces se debe desarrollar lo artístico en gran medida, incentivando además al alumnado a ampliar su mente de esta forma, y lejos la edad más propicia para inquietarlos con éstas ideas es en la incauta infancia.
No es lo más trascendental el grado erudito que logren alcanzar los niños en los próximos años. Corresponde, sobre todo teniendo noción de cómo se están sucediendo las cosas en el mundo, enseñar y aprender a compensar el alma, que es lo que finalmente importa.

12 marzo 2007

Inteligencia Graduada (truncada teoría)

Me desgasto pensando cuan inteligente puede llegar a ser una simple alma en pena. Varias horas del día se me esfuman logrando vislumbrar el por qué de un don tan inicuamente repartido entre todos lo mortales. ¿Por qué algunos entes son capaces de inventar grandilocuentes proyectos de construcción de centrales nucleares , tienen la habilidad para idear pomposas superproducciones, escribir, pintar verdaderas obras maestras, hacer música o tal vez dictar charlas sobre una mejora a sistemas varios con datos e información que no capta la mayor parte del pueblo?
Es una verdad irrebatible y turbadora.
Muchas veces le he preguntado a mi papá el motivo de tal injusta repartija. La respuesta habitual es algo acerca de que debe existir la diversidad para que se logren abarcar todos los aspectos que no se cierran principalmente en la inteligencia. Respuesta que logra mantenerme tranquila pero no conforme. A veces me da por entender esas razones, pero en otras ocasiones simplemente no me calzan. Como autoreferencia puedo decir que uno de mis deseos más apetecidos es convertirme en una gran escritora, pero la cabeza no me da. En cambio, otros, sin siquiera pretender las cosas, resultan absolutamente idóneos con las palabras. A mí me cuesta. Apechugo con eso pero no logro advertir las diferencias. Y es en esos precisos momentos cuando se me vienen a la mente los motivos que me dan ante la inquietante interrogante que constantemente suelo hacer y deduzco que tal vez si fuese más imparcial el asunto seríamos todos grandes genios y no existirían, por ejemplo, estudiantes de odontología. Entonces asumo que lo que quiere decir mi padre con eso de “abarcar todos los aspectos” es que tiene que existir obligadamente una inteligencia graduada en las personas para que no todos se vuelen conjurando cosas notables y significativas, si no que también deben haber individuos que luchen en el día a día cargando en sus hombros la realidad, ya que al no tener todos esas clarividencias tan brillantes no todos podemos optar a algo distinto que no sea la realidad, ¿se entiende?
Bueh!, quizás ni yo misma comprenda lo que tan jactanciosamente escribo…Posiblemente llegué tarde a la repartición.

08 marzo 2007

Nena, es tan absurdo.

¿Cómo no escribir algo cuando me encuentro con el hecho tangible de haber estado girando dos décadas en el cosmos?
Respuesta: Imposible, es un jaque que la vida me hace esperando como diablos iré a reaccionar. Aquí un extracto de lo que pasa dentro de mi intranquila cabeza...

Sin saber que era el ocaso de la dictadura, mis padres tuvieron a su primera hija. Honorífico título que recayó en mí.
Es inevitable no mostrar mi descomunal agrado ante la efemérides en que se destinó que viniera al mundo: 8 de marzo del 87’, día internacional de la mujer y año en que se concordó tal fecha para ese titánico homenaje. “Es por eso que eres tan feminista, Sary”, dicen algunos…
Un episodio inolvidable fue cuando tenía 9 años y me aterrorizaba la idea de cumplir 10. Razones diversas. Una era mi estúpida teoría de que agregando un dígito a la edad ya no eras niño. Siempre me dio miedo dejar la niñez. Las personas adultas vivían con problemas, cuentas que pagar, trabajo, no alcanzándoles ni un pellizco de tiempo para poder jugar que era lo que realmente me hacía feliz y perder eso me espantaba. Pero resultó ser que cumplí los pocos bienvenidos diez años pasando absolutamente nada, la vida siguió tal cual era: llena de alegría y colores que formaban una capa a mi alrededor resguardándome de cualquier agente con planes de dañar mis cuatro paredes de cal.
La burbuja en la que según algunos vivo y de la cual escribo existió en su momento, perpetuándose en degradé hasta aproximadamente los 16 años, rompiéndose sutilmente por un sin fin de motivos poco claros. Tal vez aún quede algo, quién sabe…Pero sin cabida a alguna duda, mi expedición siempre estuvo marcada por un desborde desmesurado de felicidad, también de buenos libros, magistrales discos y cassettes a la mano. En consecuencia, las letras y la música llegaron a tempranísima edad y obtuvieron su respectivo asilo en mi corazón, tejiendo una “especie de trama subterránea”, como dice Fito, que sin duda está marcada en cada cosa que digo, que hago, que pienso y que escribo. Es que encontrarse con una obra artística siendo un niño se transforma en parte de la identidad de una manera tal que será algo que llevaremos por siempre guardado en nuestro subconsciente saliendo a la luz en determinadas ocasiones dejando ver la huella tan profunda que esa pintura, libro, canción ha dejado. Huellas en la mente, el alma y el corazón. Por otro lado, este último en ningún momento ha dejado de latir y como una especie de base para esa tesis puedo decir que paralelamente a la veintena de veranos, otoños, inviernos y primaveras viví varios romances y mantuve profusas amistades, algunas de las cuales aún conservo. Relaciones interpersonales marcadas por mi ingenua visión del mundo en matices alborozados. Unas grandes personas, otras no tanto, pero que pese a todo lograron llevarse algo de mis afectos con ellos.
Cuántas peleas de las que fui protagonista, cuántas reconciliaciones, cuántos amores platónicos, cuántas conversaciones, cuántas lágrimas volcadas al infinito, cuántos lugares en los que estuve, cuántas canciones y películas que me dejaron sin dormir, cuántas frases guardadas pidiendo a gritos ser dichas… es imposible dar cifras, de repente los números no son buenos acompañantes de las emociones.
Rondando por los jardines. Eternamente en las nubes. Apunto de ser atropellada por los maniáticos conductores (debido a mi andar despreocupado) Ansiosa por hablar. Sonriendo tan diáfana como inolvidablemente.
Y pensar que el tanguito de Gardel dice que veinte años no es nada…