El tiempo y la modernidad son mi par de grandes enemigos. No quiero jugar de su bando nunca.
Por que mientras el tiempo se encarga de transformar todo en recuerdo, la modernidad suplanta lo que alguna vez tuvo tanta historia.
“¿Y que diablos puede hacer alguien como yo?- me pregunto-Yo que peso menos que un paquete de cabritas en el mundo”…
Por un lado está el tiempo que infaliblemente cuenta sus segundos. Por otro lado está la modernidad que en un país con tanta amnesia (capaz de olvidar absolutamente todo) no es mucho lo que se puede hacer en su contra.
Para una persona de 20-30 quizás este tema resulte completamente irrelevante, pero es que si todos los que pertenecemos a este rango etáreo nos proyectásemos a unos 25 años (quizás hasta menos) la sensibilidad por la vida de hoy que en 25 años más será sólo un conjunto de recuerdos aflorará sin remedios y peor aún, sin los escenarios que tal vez ambientaron nuestra expedición. Haciendo este ejercicio además de entender como funcionan estos dos caballos apocalípticos, comprenderemos por fin a nuestros ascendientes cuando con tanta lágrima en la garganta nos cuentan acerca de su pasado, con ese telón de fondo que una pasarela brutalmente arrancó. Ese es el tema; por que yo me alegro que modernicen el Hospital Regional, pero de veras que me angustio cuando construcciones realmente bellas son destruidas con el fin de hacer crecer la ciudad en altura (O soy muy ignorante o soy muy lenta, pero jamás comprenderé ese sentido de desarrollo que tienen los sudamericanos)
Mucho cemento y poco cuento.
“Ponte a estudiar mejor, Sari”, me dice mi cabeza, recordándome que mañana tengo que someterme al escrutinio público de un grupito de suches de la facultad.
Me pesa el almacenar cada detalle de la vida, porque ya no me da la cabeza de tantos recuerdos y nostalgias.
Por que mientras el tiempo se encarga de transformar todo en recuerdo, la modernidad suplanta lo que alguna vez tuvo tanta historia.
“¿Y que diablos puede hacer alguien como yo?- me pregunto-Yo que peso menos que un paquete de cabritas en el mundo”…
Por un lado está el tiempo que infaliblemente cuenta sus segundos. Por otro lado está la modernidad que en un país con tanta amnesia (capaz de olvidar absolutamente todo) no es mucho lo que se puede hacer en su contra.
Para una persona de 20-30 quizás este tema resulte completamente irrelevante, pero es que si todos los que pertenecemos a este rango etáreo nos proyectásemos a unos 25 años (quizás hasta menos) la sensibilidad por la vida de hoy que en 25 años más será sólo un conjunto de recuerdos aflorará sin remedios y peor aún, sin los escenarios que tal vez ambientaron nuestra expedición. Haciendo este ejercicio además de entender como funcionan estos dos caballos apocalípticos, comprenderemos por fin a nuestros ascendientes cuando con tanta lágrima en la garganta nos cuentan acerca de su pasado, con ese telón de fondo que una pasarela brutalmente arrancó. Ese es el tema; por que yo me alegro que modernicen el Hospital Regional, pero de veras que me angustio cuando construcciones realmente bellas son destruidas con el fin de hacer crecer la ciudad en altura (O soy muy ignorante o soy muy lenta, pero jamás comprenderé ese sentido de desarrollo que tienen los sudamericanos)
Mucho cemento y poco cuento.
“Ponte a estudiar mejor, Sari”, me dice mi cabeza, recordándome que mañana tengo que someterme al escrutinio público de un grupito de suches de la facultad.
Me pesa el almacenar cada detalle de la vida, porque ya no me da la cabeza de tantos recuerdos y nostalgias.