27 febrero 2008

Librémonos de ese defecto


Luis Alberto Spinetta me cuenta en una canción que perdió la razón peleando por salvar su amor con una chiquilla, la cual despierta sus celos hasta el punto, entre otras cosas, de envidiar los jeans que lleva puestos, por la razón de que estos si que pueden sujetarla para sí.
¿Da para tanto el amor? A Luisito se lo acepto porque es un corresponsal de Dios aquí en la tierra y su mente se vuela con poesía (¿sólo con eso?) tan pura que prácticamente lo deja convertido en un loco de las emociones y los sentimientos. Es inimaginable pensar que algo de orden exista en su cabecita de cristal. ¿Pero qué pasa con el resto de los mortales?

Hablando en serio. Si bien excuso al Flaco por meras razones de fanatismo personal mezclado con insensatez, los celos son algo que no se pueden perdonar. Si parten involucrando humillaciones, gritos, peleas y carga sicológica estamos a medio paso de los golpes y hasta quizás de la muerte.

¿Es normal que el amor involucre la posesión?, ¿El creer que el otro es de uno?
No sé mucho del amor y la verdad es que me siento una patuda intentando entrar en un tema tan personal de vivir, pero humildemente pienso que si creemos amar, punto uno, debemos entender que quien recibe tal sentimiento por parte de nosotros pertenece a la vida en la cual traza su propio cuento. Punto dos: Confiar. “Yo confío en ti, pero del resto no” Típica frase mitómana del celopata. Los celos se originan por la desconfianza que nos generan nuestras parejas, suspicacia que certifica lo poco que en realidad amamos.

Últimamente he tratado de pensar más en el trasfondo de ser celoso. Además de la desconfianza hay todo un tema de crianza machista, baja autoestima y falta de cariño.
El celoso no se valora, por eso cree que las personas se ven con mayores probabilidades de dejarlo por alguien que según él es más valioso. También es factible que la nula emisión y recepción de cariño e interés le generen un sentimiento de aferramiento a todo aquel que le demuestre atención. Aunque el punto del “enamoramiento desenfrenado” me tuvo horas dándole vueltas a su alrededor puedo decir que me resulta poco creíble como atribución de tal enfermedad sicológica. Porque de que es una enfermedad no hay dudas y el amor no tiene nada que ver. Si amamos confiamos, como decía antes, además respetamos al otro, desde la forma de ponerse los calzones hasta su forma de pensar.

“Si honestamente es amor no hay problemas”, me dice constantemente mi papá ante mis insistentes preguntas sobre temas como este y le encuentro toda la razón mientras complementa sus afirmaciones citando reportajes acerca de mujeres que mueren por diagnósticos tardíos de enfermedades cuya temprana pesquisa estaba a cargo de un ginecólogo; uno de los peores males del celópata. Caso extremo, pero al que con seguridad se puede llegar.

“No me gusta esa polera, andas provocando a todos”, “No quiero que tengas amigos”, “No quiero que vallas al teatro sin mí por que puedes conocer a alguien”, son frases que forman la antesala del maltrato psicológico, de las peleas, peleas y más peleas.
¿Si el tiempo avanza lamiéndonos los pies es razonable desperdiciarlo de tal forma cuando existen tantas cosas por compartir como el aire, las estrellas, la música, los libros…….los besos?

A los celosos les digo que se traten y que no anden jodiendo la vida de los demás. El mundo ya está lo bastante jodido como para agregarle una joda más.

22 febrero 2008

Sin Fin


De la polaridad de la vida se podría llegar a escribir mucho, pero hay cosas que realmente me cuesta comprender. Quizás sea el calor incompasivo de este Talca tan sin gracia que bloquea cualquier flujo de ideas queriendo ser la explicación de muchos temas enmarañados que desespero por aclarar.
¿Por qué de pronto nos envolvemos de perfumes y aromas que de la nada nos dejan convirtiéndose en recuerdos hiperekinéticos que constantemente nos punzan la psiquis para enloquecer con los “ayer” y no querer “mañanas”?
¿Es que acaso absolutamente nada es sin fin?