01 marzo 2008

Al maestro (sin pretensiones)


Si la poesía no te mata, te deja con distorsioneta. O al menos eso cree mi simple pero hiperkinética cabeza, que no para de darle vueltas a asuntos que mi paz interna ruega para que me dejen tranquila. Los ruegos no logran nada y me sumerjo con ganas en nuevas profundidades de misterio y creación.

Conocí a Luis Alberto Spinetta por Fito Páez. Por esos entonces con el único argentino que me volaba la cabeza era con Fito (con todos sus discos) y se lograba calmar bastante mi ansioso corazón. Era la primera vez que compartía con un artista que laburaba con tanta entraña, condición artística que hasta hoy me deja a su merced. Pero Rodolfo tiene tantas colaboraciones con Luis Alberto que la atracción se hace inevitable. El disco “La la la” que resultó del trabajo en conjunto de estos poetas de la vida, fue el más importante de los transbordos hacia la isla del Flaco, a la que llegué, me instalé, me emocioné, lloré y grité.

Hace meses que pretendía enlazar frases en honor a Luisito, pero sin lugar a dudas que me queda grande. No me atrevo a teclear ni siquiera una coma sin lograr que llegue a la altura de éste ángel melodioso, que transforma en indómito cualquier sentimiento, que vuelve incoherente lo más comprensible… Caminar de su mano se convierte en adicción y el no verse iluminado al momento de tan solo escuchar sus introducciones colmadas de innovación es imposible. Quedo tan eufórica y tan susceptible al asistir a sus citas que si alguien me pregunta que onda con el flaco mi mente se pone en blanco, reafirmando mi vulnerabilidad a veces poco evidente.

Luis Alberto es de los acordes inteligentes, de la voz angustiosa, de la trova argentina. Cuando trato de armarme un mapa con respecto a su trabajo logro descifrar muy poco por que sus músicas y sus letras son enmarañadas, pero es ese misterio inherente lo que más me hace amar a Spinetta. Me pasó tardes enteras tratando de ver a donde va Laura, de idear un plan para sacar del hospicio a Fermín, de encontrar La llave del Mandala, de saciar la Sed Verdadera, entender a Tía Amanda, descifrar lo que dice Donde no se Lee, de no despertar a nadie con Plegaria para un niño dormido, de despabilar A Estos Hombres tristes para que persigan sueños, he infinitas cosas más con cada canción del Flaco…de ese hombre que crea poesía en complejidad con su inteligencia celestial en un rinconcito poco pretensioso de América del Sur, por que si su lugar de nacimiento hubiese sido Liverpool, se da por firmado que Luisito sería un Beatle más.

Muy a menudo creo que el cielo conspiró para que Páez y Spinetta llegaran a mi vida. De pronto me vi dormida en compañía de ellos, haciéndome parecer ante el mundo menos pequeña de lo en verdad soy, por que mi alma y mi corazón crecieron, se completaron con estas dos piezas perdidas del puzzle que busqué todos estos años pero que sin querer encontré en el mejor momento de esta estadía de casi 21 años en la Tierra, dejándome con una placentera distorsioneta que no tiene fin y que inspira mis horas, mis días….mi vida entera.