21 marzo 2013

Justicia, ya nada me sorprende (por Daniela Silva)

Lo que debemos entender por presunción de inocencia constituye una de las materias que más nos recalcan y enseñan en nuestra Escuela de Derecho. Considero que todo buen profesional logra sacar adelante la carrera de Derecho con conocimientos vastos acerca de los derechos fundamentales.
Según la Real Academia Española “inocente” es el que no daña, el que no es nocivo. Y la “inocencia” se define como el estado del alma limpia de culpa, definición que al complementarla con una noción básica y de conocimiento ordinario de derechos fundamentales podemos señalar, sin temor a equivocarnos, que la presunción de inocencia constituye un derecho amparado constitucionalmente que tiene cada persona por su sola condición de tal.
Si es así me pregunto por qué una y otra vez se pasa por alto, por qué cuando fiscales contumaces solicitan la prisión preventiva de una persona que no representa en absoluto un peligro para la sociedad, que no es nociva, ni menos un riesgo de fuga, no analizan en retrospectiva los conocimientos adquiridos y le dan una debida aplicación a las medidas cautelares que nos ofrece nuestro Derecho. Por qué cuando se trata de personas que realmente afectan bienes jurídicos protegidos, cuando se mata, cuando se viola, todo queda en nada.
Quedé perpleja cuando nuestros tribunales de justicia, esos que deben velar de forma irrestricta por la aplicación de los principios y derechos que irradian nuestro ordenamiento jurídico, decretaron prisión preventiva en contra de un reconocido abogado de la región sin tener en consideración una debida noción del principio de presunción de inocencia. ¿No será hora de que nuestros fiscales cuiden más el bolsillo de los chilenos, sean más responsables, y no soliciten inescrupulosamente y con un fin mediático la prisión preventiva ante todo evento?
Hoy, nada me sorprende. Sólo anhelo que los futuros colegas que harán frente al mundo laboral tengan el conocimiento adecuado de las materias esenciales que puedan cambiar la vida de las personas. Para construir algo mejor que la justicia de la que hoy nos jactamos con grandilocuencia.

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