14 marzo 2013

Margot tenía 10 años y lo único que quería era que Pablo, su mejor amigo del colegio y de la vida, volviera a ser su amigo, ya que éste, repentinamente la había dejado de lado por una risueña, coqueta y perfecta nueva compañera.
Pero ¿Cómo?, se preguntaba todos los días, Margot, ¿Cómo pudo suceder algo así? Fue tan raro, que hasta a mí me causó asombro e incredulidad; Si ellos eran la dupla perfecta en todos los sentidos. Él, seco para las matemáticas. Ella, genio en comprensión y lenguaje. Él muy lógico. Ella, muy soñadora.

Solían jugar horas interminables en el colegio. Ahí fue donde se conocieron. Una particular maniobra del destino, ya que las madres de ambos habían sido las mejores amigas en la escuela primaria. Ellos quizás serían la reencarnación de ambas, pero no resultó así. Pablito se entusiasmó fácil con “La Sofi”, la nueva compañerita de curso, que en realidad encandiló a todos esos preadolescentes del curso que tenían los días contados en el período de latencia. “Tan linda la Sofi”, “tan simpática”, “tan largo su pelo”… Fue así como Pablito dejó de lado a Margot y se embarcó en las turbulentas aguas de conquista de “la Sofi”.

Margot, muy raro para su edad, sufría de una melancolía enorme al recordar cada uno de los momentos con su amigo sin igual, momentos que quizás no volverían a pasar nunca más. Aunque ella trataba de vencer todas esas ideas, y estaba segura de que, dependiendo de la cantidad de ganas que le pusiera en creer que todo volvería a ser como antes, inevitablemente eso terminaría por ocurrir. Y tantas ganas le puso que sí ocurrió algo, pero no tenía nada que ver con Pablito; El mellizo de “la Sofi” no tardó en integrarse al curso y resultó ser el colorín más risueño, coqueto y perfecto nuevo amiguito de Margot.

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