
"Si un dibujante trazara en algún papel el bosquejo de la vida de cualquier persona, este sería un enredo de líneas que representarian diversas emociones y situaciones. Algunos trazos resultarían muy simples, mientras que otros serían de una complejidad fabulosa. Ahora si le pedimos al dibujante que a esos trazos les agregue color, algunos tendrían muchos colores, otros tal vez sólo blanco y gris…." (Silva, 2009)
Para poder sobrevivir en este planeta confuso, que además de lioso está lleno de androides sin emociones, me invento teorías sobre el por qué de cada cosa en la vida. Gracias a esto me he mantenido relativamente a salvo, pero hay veces en las que los ataques son muchos y soy fatalmente derrotada. El mundo últimamente está mandando muchos ataques. Pero debemos entender que no es el mundo propiamente tal quien nos está bombardeando, sino más bien, somos nosotros mismos quienes nos estamos autodestruyendo olvidando el amor, el respeto, la tolerancia, el tiempo, pero haciendo remembranzas constantes sobre el trabajo, la ambición, la vanidad y el hedonismo. Y frente a nosotros mismos, la verdad es que la lucha se vuelve difícil y peligrosa. Unos cuantos se mantienen en la pelea, otros tantos se esconden en las trincheras y algunos deciden retirarse del campo batalla para siempre.
Ayer un compañero dejó el campo de batalla. Ayer en que la primavera nos coqueteaba tan descaradamente y ofrecía una tregua con el mundo.
En momentos así, lo ideal sería que rápido comenzara a esbozar las ideas de una teoría que alivie toda esa angustia que me apreta el pecho y que se transforma en una puntada a nivel de mi cabeza, pero nada, para esto no tengo la capacidad de crear alguna teoría.
No sé por que pasan las cosas. De repente me las doy de filosofa y empiezo a dar lata con un sin fin de teoremas, cuando en el fondo soy una niña inmadura a la que le falta mucho para poder dar su opinión. Sólo tengo algo claro (gracias a Dios): mientras exista la alegría y el amor podemos tener al menos la ilusión de que después de imperecederas batallas, en la guerra final salgamos victoriosos.
El hijo de mi mejor amigo del colegio tiene alrededor de 5 meses. Mientras caminaba ensimismada por todo lo ocurrido, me los encontré. Mi sobrino político me regaló infinitas risas, mientras agitaba sus bracitos y sus ojos almendrados destellaban de una alegría que me encandiló y me hizo rogar para que fuese eterna.
3 comentarios:
no se que decir!!!!
mi sary...
nose que decir...
sólo que te quiero mucho!
amiga...tienes toda la razón, quizás para nuestro compañero el campo de batalla fue muy duro, muy escabroso y ningún camarada le tendió una mano para ayudarlo a salir de la trinchera!...gracias a Dios, nos tenemos unas a otras, salimos adelante pidiendo ayuda y nunca olvidando la trascendencia de lo que hacemos y decimos...todo cuenta al final del camino...te quero
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