
Hace dos años me inventé una historia de aquellas. Me acostaba y me levantaba pensando en ella, alimentando la ilusión de que alguna vez, todos los párrafos se reunirían conformando esa reseña capaz de cambiar el natural curso de las cosas.
Pero no hablo precisamente de una novela…
Me refiero a todas esas veces que evitamos la realidad protegiéndonos con quimeras que a la larga nos hacen más mal que el cable que podría tirarnos hacia la tierra.
Mi mente imagina y da por hecho que situaciones o personas específicas son de una determinada forma, bastante improbable, idealizando e idealizando hasta el colmo, sin medir reparos.
Idealizar ya me resulta inherente, es mi esencia, pero ayer todos los neurotransmisores de néctar que actúan en mis sinapsis provocaron que me trasquilaran el alma.
La situación que con más adornos estaba establecida en mi cabeza se concretó, luego de años, pero resultando una bomba neutrónica que no dejó nada. Caí duro ante el enemigo, me venció fácilmente traspasando con una estaca mi corazón, dándole dos vueltas y retirando su arma.
Por un momento pensé en que lo mejor hubiese sido no materializar nada, pero el sopetón estaría latente de todas formas, aumentando sus proporciones…Si llevaba dos años creyendo en un cuento y sentí la conclusión de este como una pesadilla, en tiempo más pasaría a la historia con algún tipo de demencia.
Y sólo tengo dos opciones:
Primera opción: Cortar los hilos celestiales que manejan mis actos.
Segunda opción: Resguardarme con más sueños aún.
Muy complejo el destino para mí. Puedo soportar la lejanía pero me tensa lo ininteligible, por eso me cuesta tanto no crear mundos propios en donde las leyes de la vida las rija yo... De los aterrizajes fortuitos que te descompesan por incalculables períodos de tiempo mejor ni hablar eso sí.
Pero no hablo precisamente de una novela…
Me refiero a todas esas veces que evitamos la realidad protegiéndonos con quimeras que a la larga nos hacen más mal que el cable que podría tirarnos hacia la tierra.
Mi mente imagina y da por hecho que situaciones o personas específicas son de una determinada forma, bastante improbable, idealizando e idealizando hasta el colmo, sin medir reparos.
Idealizar ya me resulta inherente, es mi esencia, pero ayer todos los neurotransmisores de néctar que actúan en mis sinapsis provocaron que me trasquilaran el alma.
La situación que con más adornos estaba establecida en mi cabeza se concretó, luego de años, pero resultando una bomba neutrónica que no dejó nada. Caí duro ante el enemigo, me venció fácilmente traspasando con una estaca mi corazón, dándole dos vueltas y retirando su arma.
Por un momento pensé en que lo mejor hubiese sido no materializar nada, pero el sopetón estaría latente de todas formas, aumentando sus proporciones…Si llevaba dos años creyendo en un cuento y sentí la conclusión de este como una pesadilla, en tiempo más pasaría a la historia con algún tipo de demencia.
Y sólo tengo dos opciones:
Primera opción: Cortar los hilos celestiales que manejan mis actos.
Segunda opción: Resguardarme con más sueños aún.
Muy complejo el destino para mí. Puedo soportar la lejanía pero me tensa lo ininteligible, por eso me cuesta tanto no crear mundos propios en donde las leyes de la vida las rija yo... De los aterrizajes fortuitos que te descompesan por incalculables períodos de tiempo mejor ni hablar eso sí.