
(...) Me subí al metro en Estación Central, con ese típico calor ahogador, poco oxígeno, mucho dióxido de carbono acumulado. Lo bueno era que estábamos en un horario bastante ideal para andar en metro, por lo que había poca gente y muchos asientos desocupados. Me fui sentada y mi padre (al cual acompañaba) repasaba detalladamente las cosas que debíamos comprar en la Gran Capital para abastecer su provinciano boliche.
El metro avanzaba y se detuvo en la siguiente estación; poca gente subía, poca gente bajaba. Tanta apacibilidad en un comienzo me resulto bastante extraña pero poco a poco me fui relajando, dejando de sujetar con tanto apremio mi mochila y me entretuve mirando a los usuarios santiaguinos que iban en el vagón. Lo primero que me llamó la atención fue un par de pololos que no se daba tregua en la batalla de besos en la cual estaban luchando.
El metro avanzaba y se detuvo en la siguiente estación; poca gente subía, poca gente bajaba. Tanta apacibilidad en un comienzo me resulto bastante extraña pero poco a poco me fui relajando, dejando de sujetar con tanto apremio mi mochila y me entretuve mirando a los usuarios santiaguinos que iban en el vagón. Lo primero que me llamó la atención fue un par de pololos que no se daba tregua en la batalla de besos en la cual estaban luchando.
- Nos pasamos, negrita!!, dijo él.
- Bajemonos rápido po, chanchi!!, dijo ella.
Al instante me acordé del pequeño artículo que había leído hace tiempo en una revista de viajes acerca del metro de París, de lo romántico que era, y lo tan inspirante que resultaba para las pequeñas y grandes almas literarias, apoyando esta tesis con una mención honrosa a Julio Cortázar que en uno de sus libros narra un amor fugaz en el metro de París (creo en los amores en el metro, a propósito de Amelie Poulan)
El otro metroísta que me robó la atención venía en frente mío y cuando lo vi la verdad que me asusté por que no tenía cara: un libro la escondía. “Patagonia Express” estuvo 5 cm. de él varios minutos. Cuando hizo una pausa, decidió mirar por la ventanilla pensativo, como asimilando cada párrafo que ya se había guardado en su memoria. Yo pensaba en lo bonito que es observar a alguien mientras lee o mientras escribe. Será por que me atrae la concentración, la apacibilidad y la vulnerabilidad que transmite una persona cuando está ocupando su mente tan activamente.
- Saraaaaa, se nos olvidó hacer combinación!!, de pronto gritó mi padre (...)