
Fui a ver Tony Manero, después de tanta critica elogiadora, tanto festival de Cannes, un Alfredo Castro comparado con Al Pacino y un Pablo Larraín con excelentes proyectos encima.
Yo no sé si es que no sé nada de cine o soy muy lenta, porque por más que lo intente no hubo forma de que entendiera algo en la historia.
De partida me sentí como en un sábado de pleno verano en la tarde (35° C) con dolor de cabeza y con fastidio fatal. Así tal cual percibí cada minuto que estuve sentada en el cine.
De la película logré captar la obsesión brutal del protagonista, Raúl Peralta Paredes con el personaje de la película de Travolta (Tony Manero) convirtiéndose el querer ser como él en el único y maldito motivo de su existencia, matando con sus propias manos a todo quien se interpusiera o tuviese algo al alcance que necesitara para lograr su gran fin; convertirse en la fiel imitación de Manero. Un fanatismo monstruoso.
Raúl en un submundo es lo más bajo. Además depende económicamente de un señora sesentona que le da comida, alojamiento y permiso para montar en su bar un espectáculo bastante ordinario inspirado en “Fiebre de sábado por la noche” a cambio de ciertas regalías que como hombre, más parecido a un animal en sus instintos pero hombre al fin, le puede ofrecer (lo único) Tiene un cuerpo de baile, del mismo submundo un poco menos bajo, en el cual ve saciados sus reflejos carnales con dos de las integrantes; una madre y su hija. No ama a nadie, no quiere a nadie, nadie ni nada le importa. Sicópata por donde se le mire, es capaz de hacer T-O-D-O con tal de convertirse en el verdadero Tony Manero.
Esperen. Antes de continuar, me detengo y leo el último párrafo. Probablemente si fuese una lectora de blogs y me encontrara leyendo este post, específicamente el párrafo anterior diría; “¡Esta mina está loca!, la película debe ser maestra”, pero no es así. Es cierto que hay un gran esfuerzo en mostrar la magnitud de locura y la bajeza del pobre tipo, pero se desarrollan un sin fin de acciones poco concretas sin finalidad. Tiene dos episodios de sexo explícito que no llegan a ninguna parte, porque si lo que querían con ellas era demostrar aún más el alto grado de turbiedad de mente y todo lo perdedor que podía ser Raúl Peralta, ya existía una cuota bastante alta de elementos para poder, por lo menos, inferirlo.
El punto de que la historia se desarrollara paralela al golpe de estado no tuvo mayor relevancia que dos intervenciones de supuestos espías de la DINA, de las cuales ninguna se entiende claramente el objetivo.
El final se desarrolla en un concurso del doble nacional oficial de Tony Manero, el cual Raúl pierde, decidiendo como parte de su venganza abordar la misma micro en la cual se estaba yendo el ganador del concurso. Sin esperar nada sorprendente la película termina, quedando el final a merced de los decepcionados espectadores que suponíamos sin mayor esmero que lo mataría, tal como mató a todos quienes obstaculizaban según él su gran sueño.
Comenzaron los créditos y un tipo exclamó. “¿Y este es el cine chileno?”.
Yo quiero creer que aún existe la posibilidad de películas chilenas con más trama, más encanto y menos pornografía. Y qué me diga el Fondart, los pro-cool y la ministra de cultura que soy ignorante, poco letrada y poco culta, para mí Tony Manero es en dos palabras Fome y Pornográfica (menos más la entrada era 2x1)