
La Alegría es un estado en el que el alma, entidad encargada de darle emociones a cada paso de nuestro andar, se encuentra en otro mundo que resulta ser simple, puro, sin ataduras, poco viciado y más honesto. Al trascender el alma de esta forma su labor de sentimentalizar la vida le otorga a las emociones un toque de simpleza, pureza, libertad y honestidad (cualidades de quienes cohabitan con el alma en tan particular mundo) Por esto la Alegría se aleja años luz de la idea de que quienes la utilizan como bandera sufren algo parecido a “Principios de frivolidad”.
La Alegría compensa los corazones y no nos deja más opción que reír al momento de combatir con el destino, sea como sea que este se presente en la lucha.
“La risa abunda en la boca de los tontos” ¡Por favor! ¿Alguien me puede decir quién demonios conjuró semejante pelotudez? Déjenme contarles, señores y señoras que la risa es una de las formas de materialización de la alegría. La manera más placentera de perder energía y liberar cualquier presión punzando en las horas del día. ¡Bendita invención del Todopoderoso!, quien creó el más perfecto sincronismo de movimientos faciales.
La seriedad y la marcha compungida no mejoran los sueldos mínimos. No les da casas a los habitantes de campamentos. No resuelve diferencias étnicas. No acaba con el hambre. No derroca dictaduras. No mejora la salud. No vuelve menos mitómanos y cleptómanos a los políticos. Y varios otros.
La Alegría por lo menos nos lleva por los caminos de la inspiración cuyo tránsito podría ser fuente de mil novecientos sesenta y tres ideas que seguramente ayudarían a darle fin a varios de los problemas que circundan la realidad.
No es tan fácil, pero si buscamos pacientemente siempre habrá razones para impregnarnos de Alegría, tan escasa en el mundo, y así transformarla en nuestra poderosa trinchera.
Y concluyo con un verdadero acierto de Pepe Pelayo : “Sólo leer y reír toda la vida”.